Oh gueto mi amor, de Eduardo Halfon (Páginas de Espuma)  Ilustraciones de David de las Heras | por Juan Jiménez García

Eduardo Halfon | Oh gueto mi amor

Leer a Eduardo Halfon ya no es una cuestión de un libro u otro, sino de un solo libro que se sigue escribiendo. Un libro que comenzó hace mucho, que incluso es anterior a él, con sus abuelos, con aquel boxeador polaco. Un libro que le esperaba para ser escrito y que tuvo presente desde siempre, aunque siga reuniendo piezas e historias, contando nuevas, reescribiendo otras, porque las palabras, como decía Nanni Moretti, son importantes. Cuando leemos algo nuevo creemos reconocer algo pasado. Y su pasado y nuestro pasado (aunque sea como lectores) se encuentran una vez más, hasta confundirse. Algo así ocurre en Oh gueto mi amor. ¿Dónde hemos leído esta historia antes? No tiene demasiada importancia. Tal vez ni tan siquiera lo hemos hecho. La misma sensación de familiaridad, de compartir un destino. ¿Pero como compartir un destino tan lejano, tan ajeno? Ese es el primer misterio de la (re)escritura de Eduardo Halfon. Ilustrado por David de las Heras, editado por Páginas de Espuma, este libro cuadrado es el relato de una vuelta al origen. Pero no al suyo, sino al de su abuelo. Y ese es un enigma más.

Es un enigma más porque igual que Halfon (se puede pronunciar como Hoffman, si tenemos dificultad para hacerlo) hace de la historia de su familia la nuestra, también hace la historia de su familia suya. Pero no como un narrador distante, sino como alguien decididamente presente. Y ese es otro misterio. No existe un tiempo realmente pasado: toda forma parte de un presente todavía presente. Vestido con ese abrigo rosa de señora mayor, Halfon viaja a Polonia en busca de los lugares de la memoria de ese abuelo polaco. Allí, en Łódź, le espera Madame Maroszek. Madame Maroszek conecta el tiempo y el espacio. Trae lo que estuvo hasta lo que hay y nos lleva hasta lo que ha quedado de los lugares, que no suele ser mucho. En todo caso, otra cosa. Pero esa otra cosa, en la que el abuelo ha sido reemplazado por una rubia de pasado en VHS, también contiene algo. Y Hoffman-Halfon transita por todos esos mundos como si fueran el suyo.

Nuevas escenas de la vida de un hombre. Nuevos instantes, nuevos fragmentos. Nuevas piezas de esa imagen hecha cachitos, de ese rompecabezas de la memoria en el que no acabamos nunca de saber qué imagen nos debe devolver. Otro misterio más. Porque en este rompecabezas de Halfon, cada pieza altera el orden de las otras y con el orden, el retrato. Y con el retrato, el mundo, siempre inestable, siempre en evolución, siempre cambiante. La belleza de la literatura de Halfon es que cada libro revive los anteriores y nos deja a la espera de los próximos, porque están irremediablemente vivos entre tanto muerto. Oh gueto mi amor se convierte así en una vuelta más alrededor del abuelo polaco, divertida en la tragedia. Una vuelta a la que las ilustraciones de David de las Heras añaden un toque entre melancólico y divertido. Y, como esa mano, la narrativa de Halfon seguirá leyendo el destino en el laberinto de las líneas de una mano. Un laberinto del que no salimos y no queremos salir. Un laberinto que nos hace pasar por los mismos lugares y encontrar otros. Siempre con la misma sensación de descubrimiento y siempre con la misma extraña felicidad de lectores (extraña porque ya es rara encontrarla). Y nuestro único deseo en ese laberinto, es que no haya ni salida, ni minotauro ni Ariadna.


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