Los salmos fosforitos, de Berta García Faet (La Bella Varsovia) | por Francisca Pageo
Pese a su juventud, la poeta española Berta García Faet lleva publicados diversos libros en los que se aprecia con claridad un estilo único e inconfundible; motivos, estos, que le han granjeado un lugar destacado entre las voces jóvenes de la poesía española actual. Cuando lees a García Faet, al menos en este Los salmos fosforitos, percibes el poder que tiene la palabra. En sus versos, que aun sin rimar respiran cierto estilo propio, se respira el reflejo que la autora quiere dar de sí misma. García Faet esboza sus pensamientos y los aborda sin pudor. En efecto, el pudor no se halla en este libro, y sin embargo es lo primero que se nos viene a la cabeza. Como si la autora fuera capaz de ser libre, de liberarse de lo que le sucede a través de la palabra, exprimiendo al máximo todo lo que le pasa por su cabeza.
Hay cierta reflexión y narración en los versos de García Faet que nos hace ver el mundo de una manera particular y peculiar. Utiliza acepciones verbales, adjetivos, sujetos que hablan de ella misma y de lo que reflexiona sobre, ¿todo?, lo que le sucede. Estamos ante una poesía difícil de interpretar, ya que en cada poema, o cada salmo como se nuestra en este libro, podemos ver reflejadas diferentes cosas entre sí, hiladas por una imaginaria línea argumental difícil de definir en los textos.
La poeta habla de la mujer, del sexo, de Dios, de las relaciones y del abismo. Sus poemas son fantasmas para ella, seres que habitan con nosotros pero que sólo hacen acto de presencia cuando no los esperamos; son seres que siguen teniendo vida pese a no ser ya un cuerpo; pero los leemos y así hacemos que sigan perteneciendo a este mundo, nuestro mundo, lleno de vida -con todo lo que esta implica- por doquier.
Las diferentes relaciones entre palabras que hace García Faet nos incitan a imaginar y nuestra cabeza se llena de parejas y tríos de objetos y sujetos únicos y diferentes. Hay cierto halo de bestiario lúdico y logopedagógico que se produce nada más abrir el libro y ponerse a leerlo. No puedes dejar de leer porque quieres saber qué será lo próximo a imaginar. Como artista visual puedo llegar a identificarme con ella porque las palabras son imágenes que al juntarse forman un collage, un collage que hago con papel y tijeras y que ella hace mediante las palabras; con ese pegamento que no es otra cosa que su escritura y nuestra voz, ya que al leer re-pegamos las palabras que Berta García Faet ha escrito, y así terminamos este bello y lujurioso collage que la autora nos presenta.
Así, estamos ante un poemario vital y experimental, lleno de reflexión ante los temas tratados y repleto de obsesiones y pasiones que la autora tiene ante la vida. Probablemente para algunos sea difícil identificarse, hallar el hilo o los hilos que Berta García Faet desdobla ante sí, ya que son unos versos, unos salmos, o unos cantos -como los haría Walt Whitman y al que se hace referencia en el libro- extremadamente personales y únicos. Estamos ante el canto que Berta García Faet se hace a sí misma, un canto lleno de placer y de estremecimientos, de reflexión y deseo, que no nos dejará indiferentes, sin duda.
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Me hubiera gustado que dejaran un par de poemas de la autora. 🙂