El final, de Attila Bartis (Sexto Piso) Traducción de Judit Faller y Andrés Cienfuegos | por Francisca Pageo
András Szabad, el protagonista de nuestra historia, nos relata su vida y sus pensamientos y sus emociones y sentimientos en este El final de Attila Bartis. Un final que escribe desde el principio, pues el libro no es sino una retrospectiva de la vida de un hombre que se hizo a sí mismo, que conoció el amor y por él sufrió, que encontró en el arte, la fotografía, un resquicio de la vida que necesitaba para sí. Su vida es, de hecho, como el revelado y el proceso de una fotografía analógica: «No hay nada más emocionante que saber por qué hacemos lo que hacemos», le dirán a Andriska en las primeras páginas. Esa frase la tendremos con nosotros todo el tiempo, pues todo lo que nos cuenta András no es ni más ni menos que la búsqueda de ese sino, ese destino que irá haciendo de sí mismo. Estamos ante una novela llena de pequeños hechos que se convierten en grandes narraciones, en grandes preguntas y respuestas sobre la historia de una familia húngara, aunque el protagonista afirme que su familia no es una familia per se.
En esta historia prima la fotografía y prima el amor. Para el padre de András, su mentor fotográfico, una fotografía llegará a ser buena si se reflexiona antes sobre ella, pero András encontrará otro modo, otra manera: si de verdad iba a a ser fotógrafo, lo que querría fotografiar es lo que no se ve, pues para él lo visible es solo una herramienta. Andriska aprenderá a fotografiar, montará su propio estudio y llegará a ser un fotógrafo de renombre que llegará a exponer en Nueva York. Estamos, así, ante la novela de un artista y cómo un hombre llega a ser artista, pero no sólo eso. La fotografía aquí es es como esa excusa que ponemos para enfrentarnos al mundo, y es de hecho lo que sucede con el protagonista.
András vivirá la muerte, vivirá un duelo no sólo familiar, sino también amoroso, y eso es lo que hará que nos cuente su historia. Eva, el amor de su vida, pasará por él como pasa el tiempo al hacer una fotografía. Fugaz, efímera, pero también le dejará un poso en su corazón, en su manera de sentir y su manera de enfrentarse a las cosas. Una manera algo cínica y despiadada, pero también llena de humanismo. Pareciera que el amor y el arte aquí no sólo se entrecruzan, sino que hacen la manera perfecta de que un hombre que se ha hecho a sí mismo tenga un valor añadido.
La historia de András es también la historia de Hungría. La historia política y social, la historia humana que nutre y registra a unos personajes que buscan y no encuentran lo que tanto ansían, y que cuando lo encuentran, se autosabotean. Pareciera que esto es un tópico dentro de la literatura de Europa del Este, pero no sólo, es un hecho universal que siempre llevamos con nosotros. El final es una tragedia mítica, una historia de ahora, ubicada en estos tiempos, pero universal y antigua.
No se sale de este libro como salimos al cerrar una puerta y dejarlo todo atrás, salimos como espectadores de una historia que afirma al ser humano como un ser que siente y se alimenta de otras vidas, otras personas y su propia historia sin excepción. En El final nos gustaría que pasaran muchas otras cosas, quizá más amables, pero entonces no sería este el libro que Attila Bartis nos quería contar. Si algo tenemos claro es que las tragedias las llevamos con nosotros, allá donde vayamos y estemos donde estemos, sin otra particularidad que el tener que aceptarlas para poder encontrar una forma de aliviar nuestro dolor.