Pleamargen. Poesía 1940-1948, de André Breton (Galaxia Gutenberg) Traducción de Xoán Abeleira | por Juan Jiménez García
Leo el extenso prólogo de Xoán Abeleira que acompaña esta edición de le poesía de André Breton (un libro en sí mismo) y pienso. No siempre se consigue esto en un prólogo, que demasiadas veces es la esforzada presentación de un número de circo que sucederá a continuación. Quizás sea por eso mismo, porque no es un prólogo sino una apasionada declaración de amor llena de razones. Una declaración a favor del poeta, de André Breton. El surrealismo fue un movimiento de poetas, porque hubo un tiempo en el que las revoluciones las hacían los poetas, y fue en aquella primera parte del siglo. Las guerras acabaron con todo, también con esto. Defender a André Breton no es fácil. Bajo su alfombra se acumularon los cadáveres y esos cadáveres eran enormes. Hubo tantos que al final era más sencillo, mucho más práctico, pensar que el cadáver era él, y los demás los vivos. Entre todo eso, el surrealismo (o superrealismo, como prefiere llamarlo Abeleira, siendo una traducción más acertada) atravesó el siglo y llegó hasta nosotros, presente. A veces convertido en un puñado de tópicos, pero qué duda cabe que si lo hizo fue gracias a Breton, cuya obra quedó sacrificada, ofrendada, a ese algo superior.
En ese sacrificio se quedó el poeta. Fuera de Nadja, todo se pierde o zozobra en otras aguas. Pleamargen es precisamente es parte de esa pérdida. Injusta, dado que su obra tiene una importancia capital. Una poesía que además respondía a un acto de madurez (escrita entre 1940 y 1948), lejos ya de todas las batallas, pero instalado en las mismas ideas, en las mismas convicciones. Breton fue el guardián de la ortodoxia surrealista en buena medida porque él fue quien definió el surrealismo y lo corrigió a lo largo de los años, en base a sus propias inquietudes. En su poesía, pues, encontraremos la evolución de la persona, la evolución del movimiento, la evolución del tiempo, siempre a partir de esa esencialidad que buscó permanentemente, con esa personalidad arrasadora (en no pocos sentidos).
Xoán Abeleira define su poesía: Es extraña, Es marginal. Es inquietante. Es radical. Es única. Cada una de sus características responde a otras tantas partes de la compleja personalidad de Breton, formada de una multiplicidad de inquietudes. Inquietudes que van desde el ocultismo (aunque prefiero el término mágico) hasta la propia vida, a la que espera que esa poesía aporte soluciones (para él y para sus amigos, dice). Para el escritor, ser poeta no es algo distinto de ser y la poesía no es una expresión de uno mismo, sino él mismo. Y esa fusión comprende algo más, igual en importancia: el amor, encuentro sublime con otra persona, única, hasta formar un todo. El absoluto. La poesía y la libertad en estado puro. Fuera de esto, uno deja de ser él mismo para ser otra cosa. Y eso no solo es algo que no entra en el pensamiento de Breton, sino que es precisamente esa pureza el origen de todos los conflictos, de todas las luchas, de todos los cadáveres. Pero también de toda certeza.
La mayor parte de su poesía son extensos poemas que fueron apareciendo con una cierta urgencia y por necesidad. Urgencia no de escribirlos, sino de verlos publicados, de que fueran al encuentro de los demás. Es el caso de Pleamargen, de Fata Morgana, de la Oda a Charles Fourier, Los estados generales o Por la senda de San Romano. Pero el lugar en el que se recoge todo ese caudal de su obra es Arcano 17, poema en prosa, prosa poética, texto poético, diario de vida poética, objeto no identificado o solo bajo un nombre: “poesía”. Obra que viene de Nadja y converge ahí, porque viene de la vida y converge en esa propia vida. Reunión de impresiones, de fragmentos, para demostrar aquello de que todo es una misma cosa y una sola. El arcano 17 es la eterna juventud, la resurrección, y ahí estaba Breton.
Pleamargen. Poesía 1940-1948, es una edición deslumbrante. Hay que agradecer a Galaxia Gutenberg que haya sido capaz de acoger no ya la obra del poeta francés sino todo lo que alrededor de ella y con ella ha construido su editor y traductor, Xoán Abeleira. Un trabajo introductorio y unos exhaustivos comentarios a los poemas que lo convierten en una piedra de toque ineludible para acercarse a la figura de André Breton desde una óptica inédita, desde la complejidad necesaria para una figura de su altura y alcance y desde la accesibilidad que debería tener todo aparato crítico.
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