Un arcángel manchado de hollín, de Ana Blandiana (Galaxia Gutenberg) Traducción de Viorica Patea y Natalia Carbajosa | por Juan Jiménez García
De nuevo, el misterio. El misterio de la poesía de Ana Blandiana. Al menos. releyendo lo que había escrito sobre anteriores poemarios suyos, así era. ¿Y ahora? También. Están las circunstancias históricas, las personales, y eso arroja algo de una reveladora luz, pero todo sigue ahí, intacto. Un arcángel manchado de hollín recoge tres poemarios: Estrella predadora, de 1985, La arquitectura de las olas, de 1990 y, muy posterior, El reloj sin horas, publicado en 2016. Además de una introducción reveladora Vioreca Patea, La poesía de Ana Blandiana, el aura metafísica de la barricada. Hay más. Y ahí, al final, una revelación fulgurante de su pensamiento: Poética. Fragmentos, suerte de aforismos, apuntes, notas de un pensamiento y de una manera de enfrentarse a la poesía. La Rumanía de Nicolae Ceaușescu que marcha con firmeza hacia su final, destruyendo lo que poco que queda, la Rumanía que le siguió y muchos años después. Esas tres etapas también requieren otra poesía, más directa, no más histórica pero sí más unida a un destino, una miseria, común. Blandiana, que había sido prohibida (tras la aparición de algunos poemas críticos que también están incluídos en esta antología), escribe contra la huída o contra la pasividad, disfrazada de destino.
Ni siquiera los espectros pueden marcharse lejos. Marcharse, exiliarse. Pero no: quedarse. Escribir. Ante las invasiones, se huía hacia los bosques. Pero cuando el invasor está dentro, cuando la amenaza está por todas partes (y Blandiana bien que la conocía) la huída es hacia el interior. Replegarse en uno mismo. Callar. Silencio. Esconderse frente a todas las amenazas. ¿Cómo gritar entre tanto ruido? Solo soy culpable por lo que no he hecho. La poeta se resiste a esa ocultación buscada por ese estado de cosas que la oprime y que se mueve en el absurdo y que aún intenta ir más y más allá en ese absurdo. Sin embargo, entre esos restos del naufragio, la poeta no se hunde. La poesía es una forma de combatir la desidia, ese estado buscado por los otros. Otra forma de eliminación. Y ahí están los poemas de Estrella predadora. Como enigmas acogedores.
Vioreca Patea señala que La arquitectura de las olas está escrito contra el olvido y como forma de resistencia. El comunismo, como en tantos países, se ha venido abajo. Entre las ruinas, la rebelión. Ahora sí, el grito. Pero ¿hasta cuando? No es un libro alegre, no es un libro sobre la liberación. Porque el absurdo es una noción intraducible. De una época a otra. Surgen las preguntas, pero las respuestas, eso es otra cosa. Trataremos de entender cómo hemos caído en el sueño, cuánto hemos dormido, dice en Sin título (3). La intensidad de la poesía de Ana Blandiana se multiplica en este poemario y, con él, la oscuridad, una oscuridad entre la que se mueve buscando una salida, aunque no crea demasiado en ella. Cómo confiar en el hombre tras todos aquellos años atroces. Sí, está el futuro, pero el pasado está demasiado cercano al presente. Mucho más de lo que lo está ese futuro.
Pasan los años, muchos, y se suceden los libros, hasta llegar a El reloj sin horas, un libro más abierto, que empieza con un poema como Blanco sobre blanco, Escribo blanco sobre blanco aunque sé que nadie lo podrá leer, ni siquiera yo, después de olvidar lo que he escrito. Ahora la belleza, la belleza de su escritura, se vuelve más luminosa, se abre. Todo este caos de mundos paralelos derramados en mí como en un espejo. Volver atrás, atravesar el tiempo, todo ese tiempo que ha quedado tras ella pero junto a ella. Pienso en el poema Insectario. Y, sin embargo, ¿qué otra cosa hago desde hace más de medio siglo que correr tras las palabras vivas para prenderlas con alfileres, para plantarles una pluma por detrás en las palabras aladas, para fijarlas estúpidamente en la página como en un cementerio en ruinas? No puedo escribir más de lo que ha escrito ella. La necesidad de perderse en sus palabras para encontrarla ahí, flotar en el agua, dejarse llevar por las corrientes. El libro se cierra con un apéndice de notas y aforismos. La poesía no tiene que brillar, tiene que iluminar. ¿Y entonces? Solo una cosa más. Unas últimas palabras suyas entre todas las demás: La poesía es lo que queda después de olvidar todo lo que se ha sufrido.