Conversación con Aaron Katz
Creo que la gente siente que debe abandonar aspectos de la infancia cuando realmente no hay motivo para ello. Yo disfruto con muchas cosas de mi infancia; por ejemplo, hace unos años no pude resistir la tentación de comprarme el barco vikingo de Playmobil. Por un lado, me sentí un poco tonto al comprarlo, pero molaba demasiado como para dejarlo pasar y me encantó hacerlo. En cierto modo es un refugio, como también pueden serlo actividades adultas como leer, asistir a cocktails o ir al cine. Para mí lo importante es disfrutar de lo que nos gusta, y supongo que mis personajes sienten lo mismo.
Entrevista a León Siminiani, director de Mapa
Filmé lo que vi, sin importarme si le estropeo el plan a nadie, era lo fundamental. Creo que es importante volver, como hizo Louis Malle. Igual la primera vez no ves aquello bien, hay demasiadas cosas que esperas encontrar.
Preservar los gestos. Una conversación con Valérie Massadian
No me gusta decir que veo una película, sino que la observo. Quiero sentir la libertad de poder contemplar la rama de un árbol mecida por la acción del viento, las plantas que aparecen en imagen o a esa niña pequeña que juega distraída. En resumen, quiero observar cada cosa libremente. No me gusta cuando te sientes obligado a ver tal cosa o tal otra; resulta muy pretencioso decir aquello de “esta es mi visión”. No, lo que quiero es incluir en la película a la persona que está sentada en la oscuridad viéndola. Quiero que perciba que la película le está hablando, que le está invitando a ser parte de ella. Por eso creo que la sobreexplicación con la cámara, los diálogos o las actuaciones son, hasta cierto punto, repugnantes. Quiero decir, son información, hacen que el cine se convierta en información. Eso no es el cine, quizá sí la estúpida televisión o esos penosos documentales que se dedican a abordar a gente por las calles. El cine es otra cosa: la calma, el tiempo para observar las cosas, la contemplación.
Encuentro con Isaki Lacuesta
Destellos e ilusiones. Una conversación con Jonás Trueba
La duda, eso que escribo en el libro de volver sobre una misma idea, sucede con frecuencia cuando estás rodando, cuando observas que hay ideas que se repiten, que vas armando y que de pronto tienes la sensación de que realmente no dicen nada. La película trata mucho esos temas. En cambio, la idea de las ilusiones es un concepto a posteriori. Una vez el libro está acabado, Julián, mi editor, me pregunta cómo voy a titularlo. Y, de repente, le digo “he pensado en Las ilusiones”, y todo encaja. De alguna manera, las ilusiones son esos destellos, ideas y dudas con las que trabajamos habitualmente. El tipo de dudas que, por un momento, te parecen muy fuertes cuando surgen y, a lo mejor, media hora después se han borrado o han sido sepultadas por una nueva idea; son ideas muy frágiles. Me gusta mucho esa idea de la ilusión y los ilusos serían quienes la generan, sus portadores. Así, el interés consiste en generar esas imágenes de ideas frágiles, destellos y posibilidades. Me gusta trabajar de esa manera.
Encuentro con Mia Hansen-Løve
Creo que no se trata de una renuncia, sino de la necesidad de pasar página. Al mismo tiempo, creo que el final de mi película, como en la de Olivier, es profundamente ambiguo. Está la fiesta, el verano, la juventud y las lágrimas de la joven por la casa que desaparece; en el desenlace del filme ella es tan grácil como triste. En mi película también está la juventud, la marcha, una nueva vida que comienza y, al mismo tiempo, Alice que llora por tener que abandonar su lugar. La paradoja de mi película es que es una obra sobre el duelo y, también, sobre el rechazo del duelo. Tengo una relación contradictoria con esto, porque cuando decimos que al final del filme la chica está alegre, la encuentro muy triste. Para mí es algo complicado. Ella va a crecer, va a vivir otra cosa, pero la muerte de su padre permaneceré en su presente. Mi visión no es completamente optimista, desde luego.
Encuentro con Javier Diment
Conversación con Los Hijos
Solemos referirnos a menudo a la idea de que el empleo de los subtítulos en el montaje de Los materiales nos otorgaba libertad para reescribir las líneas narrativas de la película de la manera que nos diera más o menos la gana, sobreimpresionando la información que queríamos sobre la imagen. No obstante, ese grado de libertad hizo que fuera verdaderamente complicado controlar todos los elementos para que no se desparramaran en direcciones totalmente imposibles. En cambio, enfrentarnos a un material tan tangible, tan humano o tan concreto como era el de Circo generó todo tipo de restricciones, como la que imponía la misma jornada laboral de estas personas en un primer momento. De alguna manera, esa super-restricción resultó más grata de cara a la posproducción que Los materiales, que estaba convirtiéndose en ese momento en un auténtico quebradero de cabeza en cada una de las versiones que teníamos.
Eddie Muller: buscando perlas negras
Sí, creo que sí… aunque dudo que muchos cineastas jóvenes absorban el noir de la misma manera y con el mismo espíritu a como lo hizo la nouvelle vague. Siempre ha habido razones prácticas para explicar por qué los cineastas se acercan al noir: de entrada, su realización es económicamente factible. Las historias son pequeñas; los repartos son reducidos, pueden rodarse en localizaciones naturales y compensar lo que ahorran en decorados poniendo el énfasis en el melodrama y el conflicto entre personajes. De todas formas, siento que demasiados cineastas jóvenes se acercan al noir con la intención de usarlo como escaparate para lo que, básicamente, son películas de acción nihilistas. Y, en realidad, no hay mucha acción en un género como el noir. Pienso en La jungla de asfalto, que es una de mis películas favoritas. Prácticamente versa sobre los pormenores del robo, y sus consecuencias. Mientras que el robo se desarrolla rápidamente, sus consecuencias persisten. Hoy en día es difícil encontrar un noir americano en el que se dé una genuina empatía con sus aciagos protagonistas. Aunque tal vez sea algo endémico de la cultura. América ha devenido más inmadura y cruel de lo que fue antaño, y es un sentimiento palpable en las películas: o son desesperadamente sentimentales o terriblemente cínicas. Ya no confiamos, de la misma manera que antes, en la ambigüedad o en la ambivalencia.
Encuentros y conversaciones con: Vanessa Agudo, Óscar Brox, Jesús Cortés, Juan Jiménez García, Mónica Jordan, Francisca Pageo, Paula Arantzazu Ruiz. Cosas varias: Óscar Brox, Juan Jiménez García.