Y eso fue lo que pasó, de Natalia Ginzburg (Acantilado) Traducción de Andrés Barba | por Francisca Pageo
Aclamada por su obra ensayística y por su larga carrera literaria, en esta segunda novela corta que escribió -la primera se tituló El camino que va a la ciudad– Natalia Ginzburg nos deja ver todos los entresijos de lo que el amor puede hacer en su aspecto más radical. Es una novela sobre la infidelidad, tanto entre amantes como hacia uno mismo. Una novela que nos desvela la parte más oscura e insensata del amor.
La protagonista, de la cuál nunca sabremos su nombre, lo que nos induce a pensar que Ginzburg lo escribió así como una llamada de atención sobre lo que nos indica ella misma en la nota del principio: «durante la escritura nunca me preocupó saber si la mujer que escribía era o no era yo misma», nos habla de los demás para hablar de ella. Todo empieza a través de signos y sucesos de juventud, los típicos: chico conoce a chica, chica lo comenta con otra chica, a esta chica no le parecerá bien este noviazgo, esta última chica tendrá muchos amantes. Ese tipo de cosas. La protagonista se enamorará de Alberto, y pese a que él no la amará nunca, se casarán y tendrán una niña. Durante esta parte, en compañía de Francesca, su prima, conocerá de una manera que jamás podrá intuir a Giovanna, la amante de Alberto. Francesca siempre sentirá celos de Giovanna y aun así, la protagonista y Alberto seguirán juntos pese a todas las ausencias de este último.
Y eso fue lo que pasó nos desvela las tramas y ajetreos que la protagonista tendrá infelizmente. Una mujer que sólo logrará hallar el punto de unión con su marido antes de casarse, mientras hacen el amor y una vez que la niña ya no esté. En la novela de Ginzburg hay tres partes bien diferenciadas que nos hace ver los pasos mismos del amor: enamoramiento, rutina, rotura, vuelta a empezar. Es una novela cíclica que nos infunde y proporciona todas las vicisitudes del amor, ya no sólo de manera lineal, sino también de manera paralela, en lo que confiere no sólo al marido y a la mujer, sino también a la amante. Y hasta podríamos decir entre madre e hija. En ella leeremos a una madre que, a veces, no logrará congeniar con la niña, pese a los profundos afectos que tendrán entre ambas. Una y otra serán el sustento de cada una.
No es la faceta narrativa lo que llama la atención de Natalia Ginzburg, pues hay ciertos clichés escritos que, aunque narrados de manera fina y delicada, no nos dejan imaginar ni ir más allá de lo propiamente dicho. Y eso fue lo que pasó es una novela con todas sus consecuencias, novela que hasta podríamos imaginar en forma de novela televisiva, ya que se dan todos los clichés y arquetipos que se pueden en ellas. Quizás la clave de todo esto, el punto incierto, esté en esos primeros párrafos en los que la protagonista dispara entre los ojos a Alberto. Así es como empieza la novela, con la muerte del objeto amado. En la novela todo es un ir hacia atrás para lograr ir hacia delante. Recordar la juventud, los momentos vividos con el amado, para lograr comprender por qué se ha amado, por qué se han tenido celos, por qué han tenido una hija, por qué el amado jamás podrá estar de manera definitiva con la protagonista y su final consecuencia.
Italo Calvino ya lo afirma en el prólogo que acompaña a la edición, Natalia Ginzburg es una mujer fuerte; una mujer dura que nos muestra el amor profundamente, sin reparos, de manera directa y consecuente. Y es que la vida, aquí diríamos el amor, comienza cuando todavía somos demasiado jóvenes para comprenderla.
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