No es muy frecuente hallar en el campo de la escritura de cine estudios que pongan en valor la obra de cineastas orillados por su condición de artesanos del género. Dentro del fantástico apenas hay textos que defiendan, desde una óptica teórica, el trabajo de realizadores que se han ganado el pan con las manifestaciones más esquinadas de esa cultura popular que producía tantos monstruos. Por eso resulta fundamental un texto como el de Julius Banzon, que presentamos tanto en su versión original como en su traducción española. Un artículo centrado en Tobe Hooper, quizá uno de los creadores más despreciados dentro del terror, eternamente vinculado al impacto primitivo de La matanza de Texas, cuya carrera ha sido un reguero de películas menores, proyectos frustrados y la sensación de que el director de Poltergeist ha tenido que conformarse con un papel casi anecdótico dentro del panorama de género. Este autor sublimado que nos presenta el siguiente texto es, básicamente, la quimera por dignificar a un artista cuya obra descubre una de las investigaciones morales más apasionantes que nadie, jamás, haya imaginado.
Se suele decir que un material, sea este el que sea, se debe defender con sus mismas características. Pues bien, no nos cabe duda de que eso mismo ha hecho Julius Banzon con el cine de Hooper, componiendo un poema en forma de artículo, con una prosa tan matizada como exigente, en el que el corpus cinematográfico del director texano juega en la liga de los artistas platónicos, de los poetas y de los genios metafísicos que aspiran a reflejar la realidad, ese entorno cambiante que el cine captura como un espejo. El autor sublimado es, pues, como una película de Hooper: complejo, a ratos inabarcable, desafiante, pero completamente volcado en el retrato de un cineasta al que, después de tanto tiempo, vale la pena descubrir. Un autor, un esteta, una persona comprometida con el empaque moral de sus ideales estéticos, un realizador con una extraña sensibilidad para moverse por los bajos fondos del terror. Un imprescindible.
Número seis
Nuestro tiempo
Imágenes: Juan Jiménez García