Conocí un fénix. Retazos para una autobiografía, de May Sarton (Gallo Nero) Traducción de Blanca Gago | por Francisca Pageo

May Sarton | Conocí un fénix

Quienes hemos leído antes a May Sarton sabemos que su escritura habla de la vida, de la soledad, del amor, de la esencia de las cosas. Estos Retazos para una autobiografía son eso mismo, retazos de la vida, de la soledad, del amor, de la esencia de las cosas. Y es que su vida, como toda la vida de toda persona, comenzaría antes de que ella naciera, nacería con sus padres, con sus abuelos, allá donde estuvieran cada uno.

La autora nos habla de sus padres. Su padre, de origen belga-estadounidense, científico e historiador, y su madre, inglesa, artista y decoradora, son aquí los principales protagonistas de este libro. En una primera parte, May Sarton nos habla de la vida de cada uno, de cómo crecieron, qué estudiarían, a qué se dedicarían hasta conocerse. De este modo la vida de May ya se vería influenciada por ellos incluso antes de nacer. En la segunda parte, la autora nos habla de su infancia y su juventud, nos habla de ella y nos conmueve el pensar cómo esos recitales de poesía que ella misma reconoce que aprendía por osmósis destacarían por y sobre todas las cosas en su infancia en el colegio. Más tarde se vería influenciada por sus maestros y profesores y ya en el instituto mostraría un gran interés por la literatura. Pero una vez terminado todo cambió: conocería el teatro, su primer amor, y sería aprendiz en el Civic Repertory. Viajaría a París y se enamoraría perdidamente de ella, introduciéndose en los círculos literarios.

Sin duda estamos ante una autobiografía en la que destacan los detalles, los hechos que la cambiaron y que la hicieron ser como era. Para aquellos que ya la conocíamos se vuelve un libro estupendo como introducción a su vida más pasada, como introducción a lo que la haría ser como es. Y es que en la infancia y la juventud ya ponemos esa semillita que más tarde brota y brota hasta convertirse en árbol, o en ave fénix. Hay una búsqueda de lo cotidiano aquí, de lo que subyace bajo las apariencias y lo que nos mueve hacia el mundo exterior.

Me maravilla sobre todo su pasión por el teatro, que yo no conocía y que me parece primorosa y especial. Pues el teatro es otro modo de vivir la vida y es la mejor manera de entenderla. May desde muy joven ya escribiría poesía y eso la hizo una gran poeta. A base de escribir y escribir, de vivir y vivir, de experimentar y experimentar con amor y pasión la vida que le fue dada. Fue una vida buena, pues no vivió penurias, pero ante todo fue una vida que dedicó al arte y tesón de la palabra dada. Es esta una autobiografía de la palabra, de cómo no es dada y cómo la da May Sarton. En ella encontramos su tesoro más oculto: lo que siempre quiso ser, lo que nació para ser, sus antecedentes familiares que tanto le influenciarían.

Leamos a May. Maravillémonos de su vida, sus actos, su parsimonia y alegría. Es esta la vida de una artista de pies a cabeza, que ya desde pequeña estaría interesada en los jardines y la botánica (ah, ese jardín de su casita de infancia y lo mucho de lo que habla de él en este libro…) No neguemos la palabra como no negamos su palabra, la palabra aquí es cura y la palabra aquí es pura alma. Alma que siente y que vive, que deslumbra allá por donde va.


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