Abigaíl, de Magda Szabó (Xórdica) Traducción de Mária Szijj y José Miguel González Trevejo | por Francisca Pageo
Querida Gina:
Sé que no leerás esta carta, que no te llegará como no llega tu padre de visita, pero yo necesito escribírtela. Conocerte me ha ayudado a conocerme a mí, a conocer esos profundos estados del alma humana que tenemos en nosotros y no hemos podido todavía dilucidar. Sé que tu padre te internó en Matula por tu bien, y dime, ¿acaso no has conocido lo que significa vivir allí? ¿lo que es la existencia de la vida? ¿Lo que significa la palabra esperanza y la palabra compañerismo y la palabra amistad y la palabra amor? Sé que conoces la soledad, pero desde mi soledad te digo que la soledad la termina uno perdiendo cuando encuentra almas afines o con las que poder compartir tu vida. Quiero que le des las gracias a Magda por haberte creado. Ella te creó porque tuvo el destello infantil de sacar a relucir su estancia en el instituto. Sé que Matula es un internado serio, digno de admirar, y que tu preceptora hará todo lo que sea por que tengas una buena y profunda educación. Pese a la profunda bondad de tu padre, sé que lo esperarás hasta el final de este libro y que lo que pasará no te lo esperarás, pero de fondo sucede la Segunda Guerra Mundial y para nada ni para nadie será fácil presenciarla. Tendrás que cambiar de nombre. Tendrás que obedecer pese a tu genio y vehemencia ante la autoridad, pero sé que serás feliz. Algunas palabras en este libro buscan una esperanza como tú buscaste a Abigaíl, esa estatua en el jardín que nos ayuda y está omnipresente en todo el libro. Quiero decirte, querida Gina, que pese a todo encontrarás amigas en Matula, que hallarás pequeños resquicios de felicidad, que te enamorarás, que encontrarás pequeños momentos sublimes ante esa Navidad que pasarás casi sola en el internado. Pese a tu intento de escapada, volverás y encontrarás motivos por los que no volver a escapar. No serás libre, pero encontrarás cierta libertad y cierta ambigüedad en los sucesos de la vida. En las palabras de Magda encuentro algo antiguo, emociones antiguas que tenemos en nosotros y no somos capaces de hallar de otra manera que no sea leyendo este puro libro emocional. Hay algo que me ata a él. Como una cuerda densa que se enreda sobre mi corazón, que me ata a las palabras y a la sensación de no tener escapatoria como tú. Dice Magda que estudiarás mucho, que sacarás buenas notas, pese a no saberte la Biblia de principio a fin. Es, este, un libro casi bíblico también por todo lo que representa. Magda te hizo a semejanza suya y también a tus profesoras y profesores. Ella sabe de lo que habla. Y lo sabe tan bien que es capaz de darte una enorme personalidad y copiosidad humana. Quiero que le digas a tus compañeras que no sean tan groseras contigo, que pese a todo, tú también eres como ellas, aunque seas más solitaria y obcecada.
Querida Gina, debo despedirme de ti. He de darte las gracias por haberme hecho sentir tantas cosas, por haberme tenido embobada al libro durante días. No lo he soltado de mis manos como las creyentes no sueltan el relicario. Es este libro un relicario en sí mismo en el que poder confiar y confiarse. Dale las gracias a tu autora, que tan bien te ha sabido describir a ti y a los demás que te acompañan, y sobre todo, por crear a Abigaíl, esa estatua en el jardín que tanto ayuda y tanta paz y sabiduría ofrece.
Gracias. Sinceramente tuya,
Francisca