La copia, de Guridi (Libre Albedrío) | por Gema Monlleó

Guridi | La copia

“Los hechos en el espacio lógico son el mundo”
Tractatus logico-philosophicus (1.13), Ludwig Wittgenstein 

En 1511 el Senado de Venecia autorizó a Marcantonio Raimondi a continuar realizando copias grabadas en cobre de las xilografías de Alberto Durero, aunque sin incluir el anagrama AD que identificaba las obras de este como propias. A partir de ese momento la ausencia o presencia de la marca establecerá la diferencia entre los grabados originales del alemán y las copias boloñesas. Este antecedente, pese a ilustrar uno de los primeros enfrentamientos por la propiedad intelectual de una obra, muestra la admiración que Raimondi sentía por Durero ya que, habitualmente, el antecedente de la copia es la fascinación. 

Y es desde la fascinación desde donde Raúl Guridi (Sevilla, 1970) escribe y dibuja este elogio de la copia en su álbum homónimo. Fascinación, deslumbramiento y atracción, cual Raimondi ante la compleja iconografía dureriana o Enea Vico ante el grabado de su famoso rinoceronte. Un libro a tres tintas (gama de negros, crema y blanco) en el que el protagonista se desdobla en un juego díptico que tanto puede ser entre él y sí mismo, entre él y su sombra, entre él y su fantasma o entre él y su doble. ¿Doble es igual a copia? Sí, aquí sí.  

Cubierto con un capirote a modo de capuchón, el personaje innominado va lanzando al aire las piezas del puzle mental y emocional que componen la copia: de la observación a la seducción por el objeto observado (las propiedades internas, que denominaba Wittgenstein), de la contemplación analítica al epaté del sentirse poseído por, del estudiar al re-hacer. Copiar desde la libertad creativa de la mirada personal y única, copiar para maravillar y volver a maravillarse, copiar para contener el objeto copiado y ofrecerlo desde la aprehensión. Es así como el  protagonista del libro se multiplica o se escinde, se fusiona o se fracciona, se reagrupa o se despliega, transitando desde la copia hasta el caleidoscopio de la posibilidad, feliz, de ser copiado.  

Si de la copia se elimina el estigma de la (burda) falsificación la resignificación adquiere el tinte positivo que exhala el álbum de Guridi. Imaginar desde la copia, copiar para no secarse, para que la inventiva de otro resuene en uno. Intervenir en lo que se escabulle, penetrar en la interioridad creada por otro e iniciar un diálogo desde el espejo. Ser parte del objeto asido, capturar su esencia y ofrendarla. Y también excitar la creatividad desde la voluntad de un itinerario doble: hoy copiar, mañana ser copiado; hoy ser el sujeto deslumbrado por la belleza del objeto, mañana ser el objeto que sobrecoge hasta la copia a la alteridad que observa.  

El doppelgänger de La copia se multiplica en un baile entre la copia de y el sujeto que copia, el objeto invisible pero visto por el protagonista y el sujeto que habla con su yo-sombra-fantasma-doble. Él, el hombre que mira, es un sujeto reflejado casi siempre como un perfil duplicado, una mitad encarada a otra mitad, un ojo en cada fracción en una suma por completarse, por adquirir de forma total la conciencia de, el rapto del goce por, la posibilidad infinita e ilimitada de copiar más allá de la temporalidad. Temporalidad perenne, como sucede con el rinoceronte de Duero, copiado durante siglos y recreado, en una de sus últimas reproducciones, por Salvador Dalí en 1956. Temporalidad in progress, como acontece en la instalación The Fabiola Project de Francis Alÿs con más de trescientas réplicas hasta el momento, en diversos formatos y técnicas, del retrato Fabiola con velo rojo pintado por Jean-Jacques Henner en 1885, cuyo original permanece extraviado hasta ahora sin remedio: un espacio vacío resignificado por una ausencia y convertido en una reivindicación poética y política de la copia.  

Me resisto a etiquetar La copia de Guridi sólo como un bello álbum infantil, que sin duda lo es, ya que la exaltación de la imaginación que propone, trascendiendo y a su vez conteniendo ética y estética, es una provocación benéfica de la que gozar más allá de la edad. 


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