Vania x Vania, de Pablo Remón (Teatre Principal y Teatre Rialto) | por Francisca Pageo
Se sumergen las emociones en la herida que la espinita del teatro que vemos nos hace. Crecen ahí, donde menos lo esperamos. Y una queda expuesta y queda exhausta. Las emociones se vuelven densas y lumínicas y son absorbidas por el vacío que el escenario provoca. Salir de ver las dos versiones de Vania x Vania de Pablo Remón es algo parecido a esto. Nos sumergimos en las frustraciones de los demás, para hacerlas nuestras. El teatro como espejo, como reflejo. Pero, ¿somos nosotros los que damos a los actores nuestros deseos y nuestras carencias, o son los actores los que nos los crean a nosotros?
Hacer una obra de Chéjov no debe ser fácil, pero Remón y su elenco lo han hecho la mar de bien, de profesión que ha de ser digna y orgullosa de serlo porque las emociones se han sumergido en esa herida porque la espinita se ha hecho grande, muy grande. Y ahora no sé qué hacer con ella más que darle estas palabras.
Espinita clavada, espinita que hiere, espinita que escarba. Y las emociones entonces salen a borbotones de ella. Y entonces la vida es cíclica, y quien va, vuelve, y quien vuelve, va. Y los personajes comparten sus esperanzas, comparten sus deseos. Elena, Sonia y Marina. Ástrov, Vania y Alexander. 6 personajes en torno a un único deseo: el del amor. Todos quieren amar, pero el amor no está permitido, no puede amarse al que no pertenece a la finca. Todos se enamorarán de Elena, la Elena guapa y bella y elegante. Un amor imposible para todos, incluso para el escritor que, enfermo, no quiere ver lo que hay delante.
Quiero creer que en esta obra todo sucede como suceden los vuelos de los pájaros, de manera misericordiosa, esperando un amanecer que parece no venir. Mientras que en la primera versión hay un deje dramático, más acentuado, al no haber escenografía, al concluir con luces y pequeños dramatismos acústicos la obra, todo parece terminar en un susurro, el de Sonia a Vania, que bellamente, nos hace temblar, nos hace emocionarnos como nunca antes. La voz susurrante de Marina Salas, Sonia en la obra, es casi casi el punto culmen de la obra. No puede haber un final más bello para esta obra. En la segunda, yendo por un final menos conclusivo, la atención se dispersa por el escenario, el mundo se expande entre tiempos, entre el pasado y el futuro.
Sin duda esta obra precederá en el recuerdo, se quedará en él como se quedan los mejores momentos. Y es que Vania x Vania es una obra para abstraerse, para sentirse parte y no parte del mundo chejoviano donde los personajes aúllan a la luna y resplandecen ante el sol, donde la dacha y los bosques son un personaje más. Y como siempre, vendrá el otoño, vendrá el invierno, y todo volverá a la normalidad, como el despertar de un sueño, que, con la nieve, nos desperezamos. Y las emociones vuelven a su cauce, pero esta vez están más vivas, se han hecho de fuego y hielo, se han transformado y nos han transformado.
Vania x Vania es una obra clave para entender a Chéjov en sus diferentes interpretaciones. Pablo Remón nos ha sabido entregarnos el espíritu chejoviano que tan poderosamente habita en los escenarios. De ahí encarna, de ahí sale, solo es cuestión de ver el guión, el texto, proceder a la mirada de Chéjov para llevar a cabo unas obras que logran hurgar dentro de nosotros.