número tres | las penúltimas cosas | ilustraciones: ferdinand jacquemort
En la sala de cine de Mes petites amoureuses, de Jean Eustache, se proyectaba la imagen de aquella Pandora casi mítica interpretada por Ava Gardner. Una Ava que recalaría en España para rodar el filme de Albert Lewin. Una Ava que acabaría transformándose en escultura, tanto literal como metafóricamente, haciendo de su rostro una máscara de deseo, del gozo de ser mirado que se funde con el placer de mirar. El placer y el misterio que embargan el rostro y la figura de Ava convierten a La noche que no acaba en el estudio de un rostro y de una idea modelada pacientemente por el sistema de estudios norteamericanos. Así, a través de su deconstrucción y del remontaje, nos recuerda que el cine clásico pertenece a un archivo vivo que muestra su vigencia no sólo en la memoria intergeneracional, sino en la creación de nuevas imágenes que transitan entre el pasado y el presente.
En Las máscaras de Ava en La noche que no acaba, Gemma Vidal explora a partir del documental realizado por Isaki Lacuesta esa imagen de Ava Gardner que interconecta tradición, cine, arquetipos femeninos y el reflejo de una época, a medio camino entre el cine clásico y sus ruinas, cuya huella indeleble se ha mantenido en nuestro presente.
Agradecemos a Patricia Cruzado y al equipo de TCM su amabilidad y las gestiones que nos han permitido elaborar este artículo.