Tango Berlín, de Kurt Bartsch (Greylock) Traducción de Federico Ocaña | por Juan Jiménez García
Últimas noticias de la RDA. La aparición hace unos años de Al otro lado del muro. La RDA en sus escritores (Errata Naturae) nos había proporcionado una geografía de aquella otra Alemania. Un buen número de puntos de partida que, sin ser todos, era representativo de aquella literatura. Una literatura que siempre se mostró intensa, desde el momento que el Estado sintió un especial interés por la escritura y los escritores, tal vez para contrarrestar el empuje del lado Oeste. Pero ese interés no se tradujo precisamente en un dejar hacer, sino más bien en una lucha continuada y más o menos explícita de autores contra el poder e incluso de autores contra y entre ellos mismos. Ahora, Greylock inaugura su colección de poesía con Kurt Bartsch. Tango Berlín es una antología de su poesía que reúne poemas nuevos y escogidos y que la editorial alemana Wagenbach publicó en 2010, poco después de la muerte del escritor. Bartsch se había marchado a la parte occidental al comenzar los ochenta. Poco antes había sido expulsado de la Asociación de Escritores, lo que equivalía a su desaparición como tal. En todo caso, si la selección de su poesía es importante, la edición se acompaña con un extenso prólogo de su traductor, Federico Ocaña, un apasionante fresco de aquellos años, al otro lado del muro, en lo que respecta a poesía y poetas o a los escritores sin más, porque Bartsch también fue un hombre de teatro. Un hombre de teatro en el país (en la parte del país) de Bertold Brecht o Heiner Müller, que le llevó hasta la Volksbühne, uno de los centros importantes del teatro alemán.
Su poesía contiene un componente humorístico, irónico, importante, que no es ajeno a su gusto por otros géneros. Ni que decir tiene que el humor no era lo más valorado al otro lado del muro. Y, si lo pensamos bien, tampoco a este lado. Sus versos eran demasiado punzantes con la realidad existente y, por si no tenía suficiente, sus retratos poéticos de figuras del pasado y contemporáneas, no siempre amables, hicieron el resto. Un humor que a veces esconde una profunda tristeza (solo hay que pensar en Mi hermosa vecina: La muerte me hará ojitos / Decía: no me cogerá mientras esté viva.) Igual tenemos que remitirnos a los versos de su poema Dr. Benn: La vida está llena de vacío / sensual y sin embargo sin sentido. Tango Berlín ofrece abundantes razones para largarle del país. Tantas o, sin duda, menos, que para estimarle. Poemas como Biedermeier socialista, crítica de ese comunismo de andar por casa (o por fuera de ella, para ser exactos), ese mundo de apariencias. Siempre creer, nunca pensar / cambiar como la veleta. Pero no es solo eso. Antes que la República Democrática existió ya una sola Alemania. Y allí habitaba un señor que se llama Adolf Hitler, y que al parecer hizo muchas cosas solo, porque luego nadie parecía conocerle… Adolf Hitler, y fue él solo, / cortó leña, y con carbón / calentó después los hornos / allá en Polonia, en Auschwitz. Oriental u occidental, con un cierto éxito o con ningún éxito, Bartsch no dejó de tener una serie de convicciones que no abandonó. No hubo ninguna conversión porque no hubo ninguna creencia inmutable.
Y así siguió el mundo, por ambas partes. Y leo en algún periódico que Alemania aún está reunificándose, treinta años después. Lo fácil era tirar un muro, por mucho alambre de espinas que tuviera. En la escritura nada era tan fácil, ni a uno ni a otro lado, y así iban de acá para allá, buscando algo que no existía, ni acá ni allá, ni a uno ni a otro lado. Tango Berlín no solo nos revela a un poeta, sino a un hombre, y no solo a un hombre si no a una época y sus derivas. Las contradicciones en todos lados y la vida en otra parte. Siempre en otra parte.
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