Un parpadeo, una explosión. La noche de la final del campeonato escolar de fútbol americano de Texas. Los halcones de Hudgins mantienen su ventaja de cinco puntos sobre los leones de East Dillon. El reloj marca tres segundos para el final del último cuarto, tiempo para poner en práctica una jugada final. El balón vuela mientras el público sigue la dirección de su trayectoria. En una historia como la de Friday Night Lights, donde la luz -natural y artificial- tiene un protagonismo especial, la cámara sigue pacientemente los cambios que se suceden en la imagen. La iluminación de los focos del estadio se confunde entre los destellos y figuras que describe al entrar en contacto con la cámara. El balón sigue su curso mientras el cielo nocturno de Texas asiste, asombrado, a una explosión, un estallido. La luz de las torres que iluminan el partido pierde su consistencia, muta, inestable, como si hechizada por el vuelo de la pelota construyese otro lugar, otro espacio, en el que el balón llega a su destino. Un parpadeo, un estallido lumínico, una jugada que cierra la historia de un pueblo, un grupo humano, volcado en su equipo.

Epílogo
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Epílogo

Esa noche de julio, Vince Howard, el quarterback estrella de los Lions, lanza el último envío del partido. El balón vuela, de forma casi sobrenatural, mientras seguimos las miradas de cada personaje. Una elipsis separa ese último envío de sus consecuencias, de ese futuro que está construyéndose a medida que el balón pierde velocidad y definición y se acerca a la zona de puntos. Este último instante durará ocho meses en las vidas de sus protagonistas. Disfrutamos por última vez de la belleza de Dillon, del viento que mece nuestras espaldas, del cálido sol que se oculta cuando finaliza el entrenamiento y la lluvia fina que acaricia nuestras nucas.

Epílogo

Tim comienza la construcción de su nueva casa, bebe junto a su hermano mientras disfrutan de las últimas luces de la tarde. Recordamos todo lo que ha sucedido en apenas un parpadeo. Un parpadeo, dos instantes que describen la belleza de los pequeños detalles, de ese río de acontecimientos que remolca (y retoma) cada experiencia de nuestras vidas. Una historia termina para poder empezar a escribir la siguiente.

Epílogo

Nosotros aprendemos, una vez más, las palabras con las que comienza la ficción:

“Clear eyes, full hearts…”


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