Susana Herman | Una conversación con el profesor Francisco Bengoechea

A finales del año pasado asistí al seminario que impartió Francisco Bengoechea en el Institut d’Humanitats de Barcelona: Diez historias de amor*. Bengoechea es profesor de Filosofía en la Universitat Autònoma de Barcelona y, desde hace varios años, dedica unas jornadas filosóficas a  “ese misterio llamado Amor” a partir de propuestas literarias y cinematográficas. La fórmula funciona y es inagotable. Porque el Amor es huidizo y se escapa cuando lo nombran.

A pocos días de finalizar las clases, el profesor accedió a tener una charla conmigo para hablar del estado del Amor en el siglo XXI. Y esto es lo que sucedió.

Empezaré con una cita del cantante Joe Jackson: “El amor es la prueba de que Dios tiene sentido del humor”. Con el paso del tiempo, cuando uno mira atrás siempre tiene la sensación de que hay algo de humor en cómo empiezan y acaban las relaciones  ¿Cree que Dios (o el Destino) tiene sentido del humor cuando juega con nosotros en cuanto al amor se refiere? ¿Es así como tenemos que tomarnos el amor, como un juego en que alguien ajeno a nosotros mueve ficha sin tenernos en cuenta?

Puede que no estés de acuerdo conmigo, pero creo que muchas de esas frases que gozan de una aureola de sabiduría probablemente podrían expresarse de otra forma, con más extensión y de una forma más clara. Este tipo de frases no suelen gustarme. No me gustan las frases con enigma.

De todas maneras, siempre que las relaciones humanas se ponen en contacto con la divinidad nos encontramos con el juego. No es raro, dada la diferencia de poder. También en la tragedia, los dioses griegos jugaban con las tragedias humanas. El amor puede tener un carácter trágico, puede tener un carácter cómico, y no creo que la distancia en el tiempo te aclare su verdadero significado. La distancia suele ser un factor de engaño, a según qué edad puedes considerar que un amor que tuviste a los 16 años fue una tontería sin importancia. Pero uno ha cambiado tanto entre los 16 y los 40 que es otro el que ahora juzga, desde una atalaya ajena. Solamente si nos situamos en la etapa en que lo vivimos se puede juzgar la verdad de un sentimiento.

Hay que intentar restablecer el afecto en el momento en que se vivió y no considerarlo a distancia. Y entonces, ese efecto cómico quizá se atenúe.

Y volviendo a la frase que comentabas al principio sobre los dioses y la raza humana. Los dioses ya jugaban malas pasadas a los humanos en la Odisea, para no aburrirse, para ponerlos a prueba. Con el amor parece que haya pasado eso. La literatura está llena de casos de amantes burlados, y no me refiero solo a los cornudos. Parece que los dioses promuevan los lances de amor para que se puedan escribir grandes historias.

leer en détour

Número seis
Las penúltimas cosas
Ilustraciones: Francisca Pageo


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