número dos | nuestro tiempo | imágenes: diego salgado, francisca pageo
Desde que existe el cine, nuestra convivencia con lo que nos aterra ha ido madurando del horror primitivo que pudo inspirar la Llegada del tren a la ciudad (1985), de los Hermanos Lumière, a ese horror sofisticado que no duda en excitar nuestros más íntimos temores. Sin embargo, cuando el horror se transforma en abyecto, hasta dar con una categoría estética propia, esa madurez progresiva parece interrumpirse. El reflejo de ese cortocircuito está presente en la continua polémica con respecto a lo representable y lo decible a propósito de la experiencia del Holocausto. Mientras en otras coordenadas hemos podido avanzar claves para entender la situación, con lo abyecto hemos terminado obstruyendo su campo semántico, como si cualquier intento de enunciación nos condujese hacia un círculo vicioso.
En De la abyección: Siglo XXI, Diego Salgado plantea la situación sin apelar al consenso, sin creer en la necesidad -y, tal vez, tampoco en la posibilidad- de una imagen justa, cuestionando el resultado que ofrece comprender el mundo y a uno mismo con conceptos prestados de las generaciones anteriores. Donde antes estaba el travelling de Kapò, de Gillo Pontecorvo, ahora está Shutter Island haciendo de la Shoah un objeto estético; donde Claude Lanzmann ha litigado a propósito de los límites de la representación, Tarantino ha jugado con ellos en busca de una catarsis cultural colectiva. Tal vez, sea otra historia de la que no conocemos el final. Pero este artículo se presenta como la herramienta adecuada para, a través de una serie de preguntas, avanzar en una narración enquistada.
Es sumamente interesante la idea de lo abyecto, cuando se intenta explicar lo peor… pero es interesante reflexionar, también, sobre la distancia que establece este término. Distancia en la que creo conveniente sumergirse si se quiere entender el mecanismo del mal. Justamente creo que es en el ámbito de la percepción dónde más se manifiestan los elementos semióticos que construyen las miradas, tanto sobre la violencia, como las que con ella pudieran emerger.. Por lo que resulta esencial que creadores comprometidos con las cuestiones humanas más profundas indaguen con el mayor grado de libertad los aspectos que danzan «lo siniestro».