La literatura de Marguerite Duras ha opacado, injustamente, su obra como realizadora cinematográfica, igualmente apasionante. Quizá por eso un primer acercamiento sobre sus películas produce un extraño shock casi narcótico, como si la escritura reiterativa se desplegase en una polifonía de voces que parecen habitar cada rincón de la imagen. La voz de una mendiga, las melodías de otros lugares, los suaves movimientos que recorren precisamente el espacio, los cuerpos de los personajes y sus miradas lánguidas… El cine de Duras se apodera de nosotros cada vez que lo frecuentamos, una costumbre dolorosa que punza nuestras zonas más secretas, aún para nosotros mismos que sólo atinamos a sospecharlas.
Hace años, en las páginas de Tijeretazos, una primera semilla de la que más adelante nacería Détour, Emilio Toibero escribió y editó un hermoso cuaderno dedicado a Marguerite Duras. A través de su mirada sensible, Toibero se sumergía en el filme más reconocible de Duras, India Song, y desmenuza todas aquellas voces que, separadas de sus cuerpos, tejían un discurso en el espacio muerto de las habitaciones de la residencia del Vicecónsul. Ha pasado una década desde aquel texto, aquella lepra del corazón que se instalaba en Anne-Marie Stretter y que Emilio Toibero, con tanta delicadeza como profundidad, describía en un texto que a continuación rescatamos en nuestro especial alrededor de Duras.
Número cuatro
Pa(i)sajes: Escritores cineastas, cineastas escritores
Ilustraciones: Juan Jiménez García