La subjetividad, el temblor que sentimos al escuchar La pasión según San Mateo de Bach, el colapso ante la belleza sobrenatural de la iglesia de Notre Dame du Ronchamp o la fragilidad de una construcción marcada por su duración efímera. La experiencia del espectador individual marca aquello que no se encuentra en la imagen pero que pensamos que puede alcanzar: lo sagrado. El temblor, casi fantasmal, que impregna a las imágenes, que las atraviesa, para hacerlas hablar. Ese temblor que, al fin y al cabo, describe la dimensión de la vivencia fílmica: por qué ciertos textos nos obsesionan y cómo se enfrentan a nuestros propios límites. Como señala en su texto Aarón Rodríguez, hay quien se dedica a buscar ese temblor, ese desgarro, que indica allí donde se encuentra lo sagrado que revela la experiencia cinematográfica: el golpe, la conmoción. El punto de partida de este texto es El séptimo de sello, la película de Ingmar Bergman en la que, a juicio de su autor, arranca el auténtico Bergman de lo sagrado, de la angustia en la imagen. Arranca, pues, una aventura en busca de esa conmoción que captura, tras la sensación y la experiencia, eso que no está en la imagen pero habla a través de ella: lo sagrado.
En Mateo 27, 46. En defensa de lo sagrado, Aarón Rodríguez lleva a cabo un meticuloso análisis, textual y visual, del filme de Ingmar Bergman hasta llegar a sus últimas consecuencias, esa nada que se instala en una de sus escenas cruciales y descubre el abismo a ojos del espectador. Una mirada que, ya en la actualidad, contrapondrá con la lectura de La pasión de Cristo según Mel Gibson y las lecturas del filósofo Jacques Rancière. Una aventura donde el mayor empeño reside en seguir buscando esa posibilidad de verdad -sagrada, subjetiva- en la imagen. Incluso aunque el propio Bergman, en el que quizá fuera el punto álgido de su filmografía, nos advirtiera de los peligros que se esconden tras el velo de la imagen.
Número cinco
Bande à part
Ilustraciones: Aarón Rodríguez