Desaparecer, de María Stepánova (Acantilado) Traducción de Jorge Ferrer | por Francisca Pageo

Si de algo estamos seguros con lo que nos llega de Maria Stepánova a España es que siempre, a pesar de haberse traducido solo dos libros, es algo original. Y es que Stepánova, que ya nos asombraría con En memoria de la memoria, un libro también editado por Acantilado, con esta novela estamos ante un alumbramiento que nos seduce como una serpiente de cascabel. Y es que tiene mucho de alumbramiento esta novela, de algo que se aclara y que nace como un niño. Con ecos al teatro de Beckett, pues Desaparecer tiene mucho de absurdo, de sueño o pesadilla o como podamos verlo, hay todo un lenguaje que circunscribe la lógica y el mundo onírico. Ella, Stepánova, nos habla de un despertar en el libro, de un amanecer que acontece casi al final de la novela pero que la protagonista M. lleva ya consigo desde pequeña. M., que viajará desde su ciudad hacia otra para un festival literario (ella es escritora), verá su país en guerra (que realmente no ve), pero que sin duda llevará tras de sí lo que una guerra puede darnos: el rastro, lo que dejamos atrás. Esto se ve en el largo entrecruzamiento de la estación de tren con su persona, en el que los cambios de identidades, de búsquedas, de encuentros, se da en el libro.
No quiero caer en el pesimismo, pero si algo tiene esta novela es que te deja un regusto amargo y aterciopelado, áspero, que busca en la profundidad de la protagonista algo que nos haga despertar, que nos sacuda. Porque esta novela es como ya he dicho un sueño. Un sueño con sabor a sal al que tenemos que añadirle algo de azúcar. Un sueño que es puro teatro, pues los personajes no son más que personajes. Poco podemos ver de la vida real en este libro. M. actuará en un circo y hasta se adentrará en un Escape Room. Aquí, todo parece ser anónimo. Donde cada personaje emite un rol característico que lo disuelve en plata derramada, esto es, un matiz frío y casi seco, líquido pero desangelado. Por momentos me acordé de Bernhard y su prosa, que María Stepánova, lejos de ser parecida en lo que había leído suyo, tiene un deje extremadamente parecido aquí. Creo que es un libro en el que podemos notar sus referencias, sus inspiraciones, pese a que sea una novela, pero eso es algo que sólo los que hayan leído estas referencias sabrán.
Me encantaría decir que este libro me ha sacudido, porque en cierta manera lo ha hecho. Es un poco loco, un poco en desacuerdo con la lógica que una novela puede darnos (por la trama, que es algo inerte; por los personajes, que vienen a ser anónimos y sin nombre, al igual que las ciudades). Sólo sabemos que M. sabe inglés y su idioma es el ruso. Sólo sabemos que hay cierto paralelismo entre la guerra entre Rusia y Ucrania y la guerra que se da en este libro, ya que fue publicado hace tan solo un año en su país natal. Por lo que pensamos que es un libro reciente, escrito hace poco, con claras referencias a la política y al estado en el que una persona de nacionalidad eslava puede tener. Porque M. no es rumana, pero tampoco es otra cosa que no podemos decir y que nos declara todo un despertar al leerlo.
Sin duda Desaparecer es como un cuento actual. Los personajes se habitúan a la trama como se habitúa un perro a su amo, a través de gestos, a través de diferentes actuaciones. Este teatro del absurdo, por esos ecos beckettianos, nos embaucan y nos envuelven en algo pesadillesco de lo que no podemos ni queremos salir. Y del que el libro, a pesar de sus pocas páginas, tenemos que leer poco a poco porque es denso denso como la miel, denso denso como una crema. María Stepánova vuelve a sorprendernos aunque de diferente manera, con una obra algo menor a En memoria de la memoria, pero que nos da ganas de leerla a paso firme.