Maupassant y «el otro», de Alberto Savinio (Acantilado) Traducción de José Ramón Monreal | por Juan Jiménez García
Alberto Savinio es uno de esos escritores que uno conoce un día, seguramente por azar, y que ya no abandona jamás. Tal vez, la primera vez que nos conocimos fue precisamente con este Maupassant y «el otro», en aquella edición de Libro amigo (quién no saldría allí). Acabado el libro, quedaba esa frase memorable en el aire (y luego atravesaba los años y seguía ahí): Maupassant ha muerto. O tal vez la Nueva enciclopedia (no le gustaban las enciclopedias existentes, luego se hizo la suya propia). Escritor de cámara, su relación con nosotros, lectores, es siempre en la intimidad. Escritor es un decir. Escritor, músico, pintor, hombre libre, intelectual (si aún sabemos qué quiere decir esa palabra), hombre de mundo, de muchos mundos. Se suele decir: hermano de Giorgio de Chirico, y con eso parece que todo está dicho, cuando de todo, es lo menos. Parecía saber de cualquier tema (aún renunciando a ello) y el día de su muerte, en la noche, se levantó y cerró la puerta de la habitación de su mujer para no molestarla mientras moría. Si algo le distinguió de muchos, es que su escritura era no solo accesible, sino gozosa, puro divertimento, una explosión de ideas e inteligencia. Por eso que Acantilado (parece que editarle es también cuestión de editores con gusto) esté recuperando su obra, es un lujo en estos tiempos de tanta pobreza. Y Maupassant y «el otro», este pequeño volumen solo en apariencia, pero inmenso en contenido, una maravillosa ocasión para acercarse a él.
Si Alberto Savinio hubiera decidido dedicarle una entrada en su Nueva enciclopedia al escritor francés, hubiera sido este libro. Sí, algo extensa, pero mismo espíritu. Tampoco hubiera desentonado, ni mucho menos, en Contad, hombres, vuestra historia, reunión de vidas inventadas o existentes. Seguramente no es ni una cosa ni otra, pero es las dos. Y, además, un relato de Nivasio Dolcemare, suerte de doble del propio Savinio. Entre todo, está la vida de Guy de Maupassant. De los dos Maupassant. Él y el otro. Aquel otro que un día surgió dentro de él. En fin, cuando se volvió loco. No es que el escritor francés sea del gusto del italiano. No siempre. Solo Maupassant II, es decir, la segunda época de aquel. Pero es que Maupassant es solo un lugar por el que caminar mientras se mira a otros lados, mientras se pasea a través de una época y las cosas de la vida y del espíritu. Y eso da para un centenar de páginas y ciento una notas al texto que son otro libro en sí mismo, como si Savinio también tuviera a otro dentro de sí, que le van punteando y puntualizando, o cuenta cosas al oído.
Sabedor de que las biografías tienen mucho de sepulcral, como ese hablar lento de las películas de los tiempos de Jesucristo, que decían los Monty Python, Savinio construye otra cosa, que difícilmente podemos llamar biografía aunque, si nos atenemos a la etimología, sí es escritura, sí es sobre la vida, y no hay una biografía que sea más escritura sobre la vida que la de nuestro particular biógrafo. Flâneur de una época, paseante del tiempo. Mientras vaga por ahí (divagar, dirá alguno), se va dibujando el retrato preciso de Maupassant. Savinio insiste: su procedimiento es rodear a cada objeto de su ambiente más completo, más rico, más «inexperado». Y mientras tanto, como en una novela de terror, se acerca el momento en el que el escritor francés (brillante imagen, una de tantas) se volverá ventrílocuo de sí mismo. Y lo aterrador será que no habrá ningún muñeco. Será, pues, suplantado.
Alberto Savinio escribió este libro instalado en la guerra, en la Segunda Guerra Mundial. Para él, escribir no se hace nunca desde el presente, pero esta aparece de algún modo, terriblemente, en sus pensamientos sobre ellas (perturbadores). La narrativa de Savinio se construye sobre la memoria, a la recurre una y otra vez, porque sabe que solo en ella encontrará un sentido para el presente, si este tiene alguno. No rodea las cosas, sino que las atraviesa con la distancia necesaria. Leer al escritor italiano es enfrentarse a un torbellino de pensamientos, un collage de ideas, historia y hombres atravesados por ello (ideas e historia). Leer a Savinio es, tal vez, acercarse a un misterio, el de la escritura, del que hemos perdido tantas claves, tantos secretos. Y lo único cierto: nunca se es lector de un solo libro suyo.
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