El extraño caso de la isla Panorama, de Edogawa Rampo (Satori) Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés | por Juan Jiménez García
Genzaburo Komoda y Hirosuke Hitomi no compartieron demasiadas cosas, pero aquello que compartían era muy especial. Coincidieron en sus tiempos de estudiantes y todo el mundo los confundía como gemelos, tal era su parecido. Pero ahí acababa todo. El primero formaba parte de una riquísima y muy poderosa familia mientras que el segundo acabó convertido en un escritor sin obra. Nadie quería saber de sus libros, mientras el soñaba con otras cosas, con otros mundos. Más exactamente con un mundo en el que la naturaleza sería moldeada a su antojo. Hirosuke Hitomi creía en un futuro utópico, pero su utopía era totalmente personal. No se trataba de construir un mundo mejor, sino su mundo perfecto. Un día, Genzaburo Komoda muere. Para el escritor fracasado pero lleno con la cabeza llena de pajaritos y aves de paraíso, es todo una cuestión de dinero. Lo imposible se vuelve posible. Y ahí su plan. Resucitará a Komoda convirtiéndose en él y, con su fortuna, construirá la isla Panorama.
Edogawa Rampo (léase en occidente Edgar Allan Poe) fue uno de los más importantes autores de la novela de misterio en Japón. Sin embargo, no es precisamente esa labor suya la que nos ha llegado. A través del cine (ha sido adaptado largamente por cineastas como Koji Wakamatsu, Shinya Tsukamoto o Yasuzo Masumura) o a través de su obra publicada en nuestro país, aquello que nos ha llegado de él es una suerte de literatura perversa, cercana al decadentismo francés y otras variantes, sin olvidar, obviamente, a aquel de quién tomó su nombre, Poe. El extraño caso de la isla Panorama, que ahora nos trae Satori, sería un buen resumen de todo esto, porque parte desde la intriga para llegar hasta lo enfermo, o desde los síntomas a la enfermedad y, consecuentemente, la muerte.
En la novela encontramos no pocos elementos comunes a su obra, empezando por el tema de los gemelos, presente en otras tantas. Pero sin duda, aquello sobre lo que el escritor japonés construye su historia es precisamente ese mundo que se alza a partir de la frustración de Hitomi, un mundo panorámico de proporciones engañosas, entregado al placer de lo efímero porque nada está llamado a permanecer, ni tan siquiera su impostura. Un mundo que, como su propia vida, es la proyección de lo vulgar, de lo pequeño, convertido en un espacio sin límites a partir de trucos varios.
Ahí, en esa isla llena de lugares imposibles, de jovencitas y jovencitos desnudos entregados al placer, de fuegos artificiales que trazan figuras fantásticas en la noche, Hitori construirá ese mundo que se le negó, publicará la novela que nunca pudo publicar. Será otro mundo entre aquellos otros mundos literarios que le precedieron y que Rampo toma como referencia. Un viaje de un loco hacia la locura, de un poeta hacia el poema, del creador hacia su creación, en la creencia de que somos capaces de construir nuestro destino. Obra decadentista porque trata de la decadencia, de la caída de los sueños, de la caída del hombre, de la caída de las utopías. En manos de Rampo una obra inquietante sobre lo que estamos dispuestos a hacer para llegar a poder decir que fuimos alguien. Brevemente. Con esa fugacidad necesaria.
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