número dos | pa(i)sajes: las ciudades visibles | imágenes: paula pérez
Entre los múltiples espacios de la ciudad, la azotea ha quedado relegada a un apartado marginal, como si en ella tuviese lugar la tensión entre formar y no formar parte de la ciudad. En el pasado eran los barrios periféricos y los pueblos los que coagulaban esas afueras que nos hacían raros a ojos de los urbanitas, entre los que podíamos pasearnos sin reconocernos como miembros del mismo grupo. Sin embargo, las azoteas representan otra forma de afuera, de margen y periferia que, a pesar de mantener una actividad y una vida interior, parece no contar para el tejido de una ciudad.
En La ciudad en el cine español vista desde la azotea, Gemma Vidal describe la presencia de ese espacio devenido en figura dramática característica de una serie de ficciones. Lugar para la reflexión, el intercambio de confidencias, el sueño de formar parte de algo más grande, el paso antes de quemarnos en el vacío, la azotea es otro punto de apoyo dentro de las pequeñas historias sin importancia, los alegatos contra la normalidad y los anhelos por hacer de lo cotidiano carne de ficción. Porque la configuramos como ese espacio vital a través del cual devolvernos todo el valor que la masa indiferente que atesta las calles ha conseguido neutralizar.