«Marchand-Poitrail vestía un pantalón negro y una camisa blanca bajo un batín de terciopelo briscado azul y calzaba unas chinelas de piel de vaca. Vivía en un palacete de tres plantas atiborrado de antigüedades exóticas.
—¡Amordáceme! ¡Áteme! ¡Haga lo que quiera! ¡Lléveselo todo! ¡Pero tenga piedad! —dijo—. El agresor acababa de dejar fuera de combate al criado con un buda de piedra azul, luego lo había atado y amordazado, y lo había metido en el armario escobero—. ¡Piedad! —repitió el profesor.
El intruso no respondió y empezó a sacar armas de mano de las bolsas. Sucesivamente, le voló al profesor un codo con el Nagant y luego el otro con una automática 7,63 Azul. Marchand-Poitrail se desmayó. El intruso se sentó en una poltrona. Cuando el profesor recuperó el conocimiento y empezó a moverse, le hizo saltar la mitad del gemelo con un disparo de una Lüger calibre 7,65 mm. Luego, volvieron la calma y el silencio.»
Jean-Patrick Manchette, El discurso del método