A pesar de que se trata de una etiqueta discutible, el mumblecore arropa a toda una generación de cineastas que han hecho de lo joven el eje de sus discursos. Lo joven como ese espacio invulnerable en el que todo está permitido, como ese acceso de ternura que nos recuerda hasta qué punto podemos alcanzar nuestros objetivos, como esa intimidad que transforma el prejuicio en confianza, como ese camino en el que, por muchas líneas de fuga que se nos presenten, acabamos encontrándonos a nosotros mismos. La corta trayectoria de Aaron Katz refleja, con delicadeza y sinceridad, esos instantes de vida, de complicidad y autenticidad, que parecen cazados en mitad de una conversación entre adolescentes, de un encuentro fortuito entre dos extraños o, en fin, desde el conocimiento mutuo de dos hermanos. Tierno y sensible, el acercamiento de Katz al universo juvenil es, tal vez, una de esas raras ocasiones en la que sentimos que sus pequeñas historias sentimentales parecen directamente extraídas de la realidad. Algo mágico.
El pasado invierno tuvimos la oportunidad de charlar con Katz sobre su cine, sus gustos, el mumblecore y esos diminutos gestos característicos de sus personajes que nos robaron el corazón. A continuación podéis leer el resultado.
Número cuatro
Pa(i)sajes: One American Movie
Ilustraciones: Paula Pérez