Roland Barthes dijo alguna vez que no existe una doctrina para la lectura, que no es necesaria para el goce del texto, para ese placer que encuentra el lector insaciable. ¿A quién no le ha pasado volver a ciertos libros, una y otra vez, como a puertas que se abren para mostrar otros universos y donde siempre hay algo nuevo que encontrar? En mi caso, siempre que vuelvo a ese grandioso libro que es Mímesis de Erich Auerbach no puedo evitar representarme su imagen recortándose en la ventana de la Universidad de Marburgo donde enseñaba, observando desde esa altura el cambio de fisonomía que el nazismo le había impregnado a la ciudad. Lo imagino sintiendo lo mismo que cuando le informaron formalmente que ya no tendría más lugar en esa institución debido al decreto del 21 de diciembre de 1935, donde se determinaba el despido de «académicos, profesores, médicos, físicos, abogados y notarios judíos que todavía eran empleados públicos».

Varios colegas y amigos ya le habían advertido sobre el asunto. Incluso algunos, judíos igual que él, ya habían emigrado a diferentes puntos de Europa y de América.

leer en détour

 

Número ocho
Nuestro tiempo
Collages: Francisca Pageo

[…]

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