número dos | bande à part | imágenes: paula arantzazu ruiz

Georges Franju

En su libro Vida secreta de las sombras, Gonzalo de Lucas escribió que “Lejos de afiliarse al círculo oficial de artistas nihilistas, entintar plumas ajenas o abanderar minorías, Georges Franju, etiquetado de anarquista, sádico o poeta surrealista, acaso porque permanecer en los límites es incómodo para una sociedad que clasifica a cada animal por su especie -y porque esas etiquetas son fáciles de recordar, lo que permite tener una opinión sobre una obra sin necesidad de conocerla de primera mano-, fue un cineasta de primer orden porque contempló un avión que cruza una nublada noche, una rubia muchacha bañándose entre reflejos lunares, un fuego circular en una llanura o un manojo de flores blancas que sobresalen en lo alto del muro de un cementerio, desde la pasión solitaria del enamorado que decide declararse por vez primera”. Y es esa pasión por contemplar la que, como el mismo Franju diría, le llevó a ver, lejos y en profundidad, en el interior del cine.

En Los motivos de Franju, Paula Arantzazu Ruiz desentraña algunos de los rasgos de la poética de Franju, un cineasta que se sitúa en un espacio entre (lo público y lo privado, la pureza y lo siniestro, etc.), que le permite no dividir, sino ver todo aquello que sucede a cada lado de la imagen. Una obra, la de Franju, que escarba en los rincones oscuros haciendo visible todo cuanto se oculta en lo cotidiano; un director, Franju, que no teme mirar todo, revelando la condición de lo insólito que anida en las posibilidades de cada una de sus historias.

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