Errata Naturae

“Cuántas veces yo me había sentido paralizada ante su mirada, ante su sola presencia; cuántas veces me había puesto a hacer movimientos insensatos, ya no guiados por el pensamiento, vamos, una acción comenzada en soledad.”

En su epílogo a Un granizado de café con nata, Leonardo Sciascia señala que la obra de Alessandra Lavagnino debería leerse como un tratado sobre el cultivo de la verdad en el seno de un espacio, Sicilia, construido a partir de la legitimación de la mentira. Cada embuste solidifica las costumbres del lugar, fermentando así una moral obtusa que solo contribuye a oscurecer la intensa belleza y las raíces del paisaje siciliano. Agatina, su protagonista, se debate entre el delirio de una realidad que obstruye su manera de ser y la realidad de una situación que desenmascara la actitud de una galería de personajes, la mayoría familiares, que pululan a su alrededor. Cultivar la verdad conduce a la tácita aceptación de la muerte: la desaparición de los lazos familiares, la destrucción material -ejemplificada en la tala brutal del campo de limoneros- de unas raíces, el dolor sordo que provoca la incomprensión, que afecta incluso a la forma de organizar nuestros pensamientos. En lugar de optar por un retrato cálido, acorde a la importancia que la patria chica despierta en su interior, Lavagnino convierte el incesante e inestable goteo de testimonios de Agata en un relato pseudo-policial que pone en cuestión la formación y el relieve de la verdad en las prácticas sociales. Una investigación que, página a página, devora cualquier asidero moral cercano para dejar al descubierto la terrible relatividad que, ayer como hoy, tiene el valor de verdad.

Errata Naturae


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