Villa Diodati (Verano, 1816)de Ana Sender (Avenauta)  | por Francisca Pageo

Villa Diodati (Verano, 1816) | Ana Sender

Es verano de 1816 y en Ginebra, en los Alpes suizos, hay una villa llamada Diodati en la que se juntarán cinco escritores que en su época, y mucho más tarde, tendrán un gran peso en la literatura universal. Estos serán Mary Godwin-Shelley, Percy Shelley, Lord Byron, Claire Clairmont y John Polidori. A raíz de una reunión, ese verano, en esa villa, nacerán los seres que más tarde conoceremos como Frankestein (creado por Mary Shelley) o El vampiro (creado por Polidori). De este modo, Ana Sender, ilustradora, creará su particular Villa Diodati (Verano, 1986), en la que nos narrará de manera visual y poderosamente sugestiva esta reunión, este encuentro tan fructífero y tan lleno de inspiración y fulgor.

Villa Diodati (Verano, 1986) es un cuento para niños y adultos, para aquellos que saben de qué trata esta historia y para los que no, para aquellos que buscan la esencia de las cosas y para los que simplemente quieren deleitarse con ella. Los protagonistas de este librito nos mostrarán sus sombras, sus miedos y deseos, y nosotros los acompañaremos como si fuéramos la escoba de una bruja y ellos la misma bruja—la bruja necesita de la escoba para volar, para ir de un sitio a otro, para cumplir sus cometidos. Nosotros, de este modo, no sólo nos convertiremos en el deseo de Ana Sender y los personajes de esta historia, sino que también nos convertiremos en los protagonistas de este cuento porque con él también aumentarán nuestros deseos, nuestros miedos, nuestras sombras más arraigadas. ¿No es acaso eso lo que buscamos en las historias de terror? Aquí el terror yace y subyace sobre todo y entre todos. Estos escritores buscarán y hallarán la manera de hacernos enmudecer, de hacernos creer en otras vidas e historias que los humanos pueden crear, de hacer que nos deleitemos con la fantasía, con lo que no conocemos, con lo bello y la elegancia de historias que vienen del fondo de los fondos más humanos y más tenebrosos.

Las imágenes aquí encontradas son bellas y persuasivas, tan bellas que lo terrorífico pareciera un sueño sacado de un cuento de hadas, pero no va de hadas la cosa, sino de monstruos; de esos monstruos tan arraigados a nuestras sombras, nuestros miedos. Ana Sender ilustra tan bien que nos quedamos con ganas de más, con ganas de que la historia no hubiera tenido un fin; o, espera, ¿acaso la literatura termina y acaba? Esta historia no lo hace, pues perdura en nosotros como de una anécdota que también nos hubiera pasado. Así mismo, Ana Sender recoge una anécdota universal, de todo nuestro mundo, para que nosotros seamos también partícipes de ella de una manera pausada y lenta, así como elegante y formal, pues así son sus ilustraciones. Esta historia, aquí a grafito, no es ni más ni menos que la esencia de la literatura de terror. Quizás yo no haya leído mucho de ella ni sobre ella, pero con este librito me gustaría saber más, conocer más y adentrarme más en ella.

Hagamos una inmersión en Villa Diodati (Verano, 1986). Introduzcámonos en sus claroscuros, sus tonos grises y a veces con un toque de color, en la esencia literaria subyacente a los libros que universalmente conocemos. Seremos un poco más felices porque la belleza de la inspiración también vendrá a nosotros.


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