Ahora y en la hora de nuestra muerte, de Susana Moreira Marques (Libros del K.O.) Traducción de María Alonso Seisdedos | por Óscar Brox

Susana Moreira Marques | Ahora y en la hora de nuestra muerte

Hay una palabra en estas notas de viaje sobre la muerte que resume el propósito de la obra de Susana Moreira Marques: acompañar a sus protagonistas en ese proceso de desposeimiento. Ayudarles a narrar esas historias que dejan. El territorio es Trás-os-montes, en la colmena de aldeas que forman el altiplano mirandés. Los personajes, un grupo humano marcado por las vidas minúsculas, la emigración (por ejemplo, desde Angola) y la modestia con la que, desde los oficios más tradicionales, se han abierto camino durante épocas difíciles. Cualquiera podría pensar que Moreira Marques nos traslada ese aprendizaje del dolor que, inevitablemente, la muerte lleva asociada en sus últimos estadios, cuando hacen acto de presencia los cuidados paliativos y es momento de recabar los pensamientos finales para resumir qué ha sido la vida. Pero, en verdad, Ahora y en la hora de nuestra muerte es un proyecto más ambicioso en su, paradójica, transparencia: nos enseña a escuchar, a conceder voz a aquellos que la están perdiendo, a construir un retrato como quien reconstruye en un laboratorio una huella o un rastro borroso, y a guardar y proyectar la memoria de unas personas y los lugares que han habitado.

Cada vez es más frecuente la impresión de que la despoblación de los territorios interiores de nuestros países implica, sobre todo, la fuerte sensación de que no solo se perderán unas vidas, sino también una memoria colectiva, un conjunto de prácticas y de enseñanzas abocadas a la desaparición. Quizá por ello, el viaje por carretera de Moreira Marques junto a un equipo médico especializado en cuidados paliativos es, también, una suerte de memoria etnográfica. Mitad viaje emocional, mitad aventura antropológica en busca de unas aldeas aisladas en el corazón del país. Su autora nos prepara, reparte conceptos y explicaciones entre sus notas preliminares mientras trata de aclararse a sí misma el vértigo que rodea al concepto de la muerte; incluso, si se trata de la buena muerte. De esa calidad de vida que garantiza todo un proceso de atención sanitaria sobre los enfermos. Pero siempre se precipita sobre la palabra ese impulso de humana vulnerabilidad; de velocidad con la que se suceden los acontecimientos, cuando alguno de los protagonistas de sus historias fallece antes de que estas aparezcan publicadas. Cuando las palabras grabadas en cinta adquieren un fulgor especial, final y testamentario, que trasciende los modestos límites de la vida de su protagonista para proyectarse un poco más allá: como testimonio de una porción de ese lugar que, irremediablemente, se ha apagado para siempre. Que nos obligará a buscar nuevas formas para mantenerla con vida.

Ahora y en la hora de nuestra muerte se compone de una serie de retratos tomados durante las visitas de la autora a las aldeas de Trás-os-montes. Retratos que parten de unas primeras impresiones, pinceladas que sirven de contexto para el lector, para a continuación ceder la palabra a sus protagonistas. A veces a los enfermos, a veces a los familiares que les prestan la voz que ellos ya han perdido. En ese momento en el que el mundo se divisa desde los límites de una cama articulada, la respiración asistida, las dosis de morfina o las cremas contra la excoriación. Historias de vidas difíciles, marcadas por los viajes de ida y vuelta y las dificultades económicas, que sirven para dibujar un mapa emocional de Portugal a través de sus diferentes generaciones. Aquellas de los jóvenes que emigraron a África para, más tarde, regresar con una maleta rellena de sueños truncados. O aquellas otras, más modernas, que hablan de las diferencias que marcamos, como un hito en la carretera, con las vidas de nuestros padres. Hay entre ellas un diálogo entre dos hermanas a cuento de la enfermedad de su padre o el de una mujer, en la que la autora proyecta casi los rasgos de su propia madre, conmovedoras en la sencillez con la que dan cuenta de ese último aliento. De las palabras que ya no se volverán a decir, de cómo cambian los tiempos verbales según empeora la salud del enfermo, de los días en los que se está pendiente del teléfono aguardando la noticia que no llega o de los viajes infinitos por carretera para cruzar Francia y España. Para llegar a tiempo de una última vez. O de una penúltima, antes de que culmine el proceso de desposesión. De que quede un cuerpo prematuramente avejentado, en el que cuesta reconocer los rasgos familiares. Un cuerpo extraño que nos obligue a retomar el hilo de la memoria por nuestra cuenta. Recoger lo que hubo y lo que queda. Y construir con ello una historia.

En esta obra de pocas páginas, en apariencia modesta, Susana Moreira Marques realiza una investigación periodística que nos traslada no solo hasta las raíces de su país, de su Historia, sino también hacia todas esas preguntas de difícil respuesta que, ante todo, implican un salto de madurez. La íntima convicción de recoger el testigo que las generaciones anteriores han portado en silencio, cada vez que a los hijos nos toca convertirnos en padres y contemplar cómo la vida se abre camino. Por ello, la investigación entre periodística y humanística de la autora es, inevitablemente, un viaje al centro del corazón. De esas palabras que titubean en la comisura de los labios, de esos rostros secos y conmocionados, que no solo narran la intimidad de los últimos días de sus protagonistas, sino también el proceso de desposeimiento que arrebata una vida para, a cambio, entregarnos el derecho de continuar con esa historia.


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