Enciclopedia Yokai, 1 (A-M), de Shigeru Mizuki (Satori) Traducción de Daniel Aguilar | por Juan Jiménez García

Shigeru Mizuki | Enciclopedia Yokai, 1 (A-M)

Tal vez podría empezar hablando de mi fascinación por los monstruos. Y de por qué me atraen más los monstruos que las princesas o, como diría Umberto Eco, lo feo que lo bello (no, no, esto no es cierto… ¡no exageremos!). Claro, que tampoco sabría muy bien decir por qué tengo que hablar de monstruos a la hora de hablar de yokais. Sí, algunos tal vez encajen en la definición o en nuestra imprecisa idea, pero yo siempre los he visto más cercanos a espíritus sobrenaturales, buenos o malos. El caso es que su origen es inmemorial (y ahí entramos en los mitos) e incluso vienen de distintas creencias, lo que en Japón nos precisamente extraño, dado que ellos también las comparten, entre el sintoísmo y el budismo. Representantes, como todo mito, de nuestros anhelos, esperanzas y temores, lo interesante de los yokais no deja de ser su aspecto, verdadero catálogo de seres delirantes que responde, no podía ser de otro modo, a otra cultura, a otras culturas.

Shigeru Mizuki dedicó muchos años a su estudio, compaginándolo con su carrera de ilustrador y dibujante de manga (incluidas las correspondientes infiltraciones en su obra). Y la conjunción de todas sus pasiones es, precisamente, esta Enciclopedia yokai, que Satori publica en dos tomos, uno el recién aparecido y un segundo que aparecerá en unos meses. Una obra definitiva (pero no necesariamente única), no solo en nuestro país sino en Japón. Y es única por muchos motivos. Primero como reunión de relatos e historias de folclore popular. Para Mizuki no se trata solo de un inventario de personajes, sino que inscribe a cada uno en su historia, devolviéndolos a la narración oral, que es de dónde debieron de surgir. No solo eso: los instala en el lugar que habitan. Es decir, entre las personas. En sus vidas cotidianas. Cualquier ser sobrenatural solo encuentra su sentido confrontado al mundo “natural”. En segundo lugar, porque la obra se enriquece, y no poco, con su trabajo como ilustrador. Como señalan Marc Bernabé y Eduard Terrades en su prólogo, los yokais con él tienen un cierto aire alegre, incluso cómico, que no inspira mucho miedo, precisamente. Que los yokais respondan a orígenes muy variados (y, con ellos, tengan aspectos muy distintos) nos permite asistir a un verdadero festival para los sentidos.

La Enciclopedia Yokai tiene algo de inagotable, como el mismo mundo al que se refiero. Como si pudiéramos seguir leyéndola interminablemente, asistiendo a ese desfile de seres terroríficamente deliciosos. Un Japón que se pierde en la noche de los tiempos pero que llega hasta nuestros días como algo necesario. Como una manera de contarnos. Sí, tal vez este ya no sea un mundo para los yokais o para los mitos, aunque sean más necesarios que nunca, entre todo este aburrimiento. Una necesidad de volver a los relatos orales, a esas imágenes que forman parte de nuestros sueños y pesadillas, y a las que en algún momento, hombres, necesitamos darles forma. Una infancia permanente, en la que aún conservar ese gusto por los sorprendente. Una manera de contarnos. Todo está bien, nos dice Shigeru Mizuki. Y lo terrible puede ser bello, y lo bello terrible. Pero entre todo siempre habrá algún ser, ahí, esperándonos o saliéndonos al encuentro. Y si no, siempre quedará un libro como este, que nos promete horas y horas, días y meses, años de algo parecido a la felicidad. Una felicidad llena de yokais, habitantes de un mundo en extinción: el de la imaginación.

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