Operación Masacre, de Rodolfo Walsh (Libros del Asteroide) | por Juan Jiménez García

Rodolfo Walsh | Operación Masacre

Decía Nick Cave que escribiendo, que a través de las palabras, uno corre el riesgo de exponerse. Algo así. Escuché esas palabras. Pensé en mí y luego, algo más tarde, en Rodolfo Walsh. Hacía unos días que había leído Operación Masacre. Era el primer libro suyo que leía, pero sabía de él. A veces mantenemos extrañas relaciones con desconocidos. Hay cosas que no podemos evitar. Esto es: leer Operación Masacre sesenta años después. En otro país. Con una idea abstracta de la historia. Entonces lees otro libro, aunque puedes imaginarte perfectamente ya no el impacto que el libro debió causar, sino los riesgos que Rodolfo Walsh asumió y esa idea del escritor como cronista y el cronista como alguien que se expone. Pienso ahora en Tadeusz Kantor, que decía que sin riesgo no hay vanguardia. Sí, pensaba en otros riesgos, pero por qué no estos, que él también compartió. Para el escritor argentino fue el comienzo de todo y también el comienzo del final. Ese compromiso le llevaría hasta las armas, y las armas hasta la muerte. De dictadura en dictadura.

9 de junio de 1956. Unos policías irrumpen en una casa y se llevan con ellos a unos civiles. Estamos en los tiempos de la Revolución Libertadora, otro de esos disparatados nombres que la dictadura se da para parecer cualquier cosa. Derrocado el peronismo, acabados los primeros años de democracia argentinos, ya están ahí los militares y su orden de las cosas. Esto no acaba más que de empezar. El suceso será conocido como los fusilamientos de José León Suárez, un basural. Acontecimiento que precede al levantamiento militar de corte peronista de Juan José Valle y que comparte noche y muertes, aunque nada tengan que ver, más allá de una voluntad aniquiladora. Rodolfo Walsh da por casualidad con uno de los supervivientes. Pensaba que no había ninguno y, sin embargo, tirando del hilo aparecen siete. Con ello comienza una investigación para establecer que ocurrió esa noche. Pero la Revolución Libertadora sigue, aunque siga siendo un mero experimento de lo que vendrá después. Incluso necesitan justificarse, buscar triquiñuelas legales. Todo está por inventar. Los tiros, los muertos, los desaparecidos. Más tarde. Otros. Los mismos o parecidos.

Con Enriqueta Muñiz emprende la investigación de esa noche. Localiza a casi todos los supervivientes desaparecidos. Reconstruye a través de ellos lo que ocurrió. Escribe. La crónica va apareciendo por entregas en Revolución Nacional. No será fácil editarlo y luego irá cambiando conforme los acontecimientos, que su lectura provoca, creen nuevos sucesos. Así, el propio libro se convierte en parte de sus historia. Walsh se adelantó a tantos otros trabajando la crónica de sucesos como literatura. El género negro como aquel capaz de devolver una crónica social de su tiempo, con la necesidad de enfrentar la mentira con la verdad revelada. En un principio, los personajes se van presentando. Futuros muertos, futuros supervivientes, hay que darles un cuerpo, una presencia, que nos haga entender los hechos. Los hechos no son un intento de golpe de estado, ni tan siquiera la dictadura vigente, sino cómo un hombre cualquiera puede morir por nada, por la decisión o indecisión de otros. Cómo no hacer nada no nos protege de ninguna cosa. Cómo en determinados tiempos no hay comodidad posible ni distancia.

En esta novela negra sabemos el final. También sabemos que el final no es el final y que no solo todo seguirá igual, sino que será peor, mucho peor, lo cual no hace bueno nada del pasado. Buscando entre todas las incertidumbres, Rodolfo Walsh enfrentó a los protagonistas, a policías, gobernantes y jueces, a sus propias contradicciones. Jugando en su terreno de juego ganó, pero no había nada que celebrar. Los culpables estaban, los muertos estaban, los supervivientes estaban. Estaban todos, pero así se quedaron. Libres, muertos, muertos libres. Vidas destruidas por el sentido del deber, ese mal del siglo o esa pastilla para olvidar lo injustificable. Y escribir. Para que nada se olvide.


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