Apache Junction, de Peter Nuyten (Ponent Mon) Traducción de Maria Rosich | por Óscar Brox

Peter Nuyten | Apache Junction

Probablemente, las ilustraciones más bellas del western sean obra de Frederick Remington, quien asimismo fue cronista de excepción de su crepúsculo, aplastado ante el imparable avance del progreso. De aquellos años en los que Gerónimo ponía en pie de guerra a la administración americana, o en los que las comunidades indias quedaban separadas, apartadas en reservas cada vez más insignificantes, empujadas por un hombre blanco que le ganaba la partida a la naturaleza indómita de un país que comenzaba a sufrir transformaciones cada vez más drásticas. Años en los que el recuerdo de Billy el Niño quedaba registrado en una fotografía. Años, en definitiva, que reescribían el sentido de la frontera al achatar los límites entre territorios, haciendo de cada forajido, de la figura del fuera de la ley, su propia frontera. La perfecta ilustración de una época final, en la que el tiempo de aventuras y colonos dejaba su lugar al de la supervivencia y la asimilación.

Apache Junction, tal vez, la obra maestra del dibujante Peter Nuyten, nos traslada a ese instante (casi) final. Con la muerte de Cochise, el marcaje estrecho a las comunidades indias y la asimilación cultural de algunos de sus miembros, el clima de esa América de western recuerda a la fratricida guerra entre Norte y Sur, con los chiricahua y su Lobo Negro como vestigios de otros años de gloria. Y con la frontera mexicana como refugio, como arsenal y escapatoria frente a la presión de los agentes federales que han delimitado el espacio hasta asfixiar a las diferentes tribus indias; tantas, recuerda Nuyten, que prácticamente se desintegran ellas mismas al ser incapaces de encontrar un punto de unión. Quizá porque aquellos eran tiempos en los que cada cual hacía la guerra por su lado. Es por eso que no resulta sorprendente encontrar como protagonista a Roy Clinton, un mestizo hermano de Lobo Negro, que ha dejado atrás sus raíces indias en busca, tal vez, de otro presente. O de otro lugar, entre el polvo de las vastas extensiones desérticas y los puestos de destacamento.

Nuyten nos sumerge en la acción desde las primeras viñetas de la obra, a partir de una encrucijada que une a indios, blancos, renegados, buscavidas y agentes del gobierno. Todos buscan unas armas, el arsenal, cuyo poder puede cambiar el control de parte del territorio. O, quizá, acelerar el proceso de transformación. Parte de la historia tiene como decorado la emboscada nocturna a la casa de los Bellamy, cuyo papel en Apache Junction es el de catalizar esa sed de poder que desdibuja los valores ancestrales de sus personajes. La huida desde San Carlos y la vigilancia desde Fort Apache. De hecho, resulta muy interesante el choque entre los chiricahuas que describe Nuyten, en el que la ley de la sangre y el pasado se imponen sobre la sed de venganza de un presente demasiado obnubilado por sus deseos de poder. O, simplemente, de permanecer en alguna parte de esa tierra conocida. Y eso que en la obra de Nuyten hay lugar para las cabelleras cortadas, la violencia descarnada en las tripas de un cañón, las heridas profundas que casi acaban con la vida de sus personajes y el nihilismo tan propio de una época en la que el éxtasis del progreso despertaba, también, los más bajos instintos por alcanzarlo antes que nadie.

Sin caer en el estilo pictorialista de un Remington, Nuyten construye Apache Junction bajo dos ejes: paisajismo y dinamismo. Cada viñeta narra con habilidad una acción que ni siquiera se detiene en los momentos de aparente calma, sino que acumula tensión a medida que el cerco sobre los protagonistas se estrecha y su vida corre peligro. Uno siente el aliento de la muerte cerca, pues el oeste de Nuyten es un espacio violento, pragmático y feroz, pura extrapolación de los vicios de la sociedad que estaba construyéndose entre el furor del progreso. Y, por otro lado, resulta bellísimo el uso del color en la página. En especial, para dotar de entidad dramática a un paisaje generalmente desierto. En el que el rojo y el amarillo alumbran un cielo de tormenta. Duro, salvaje, mortal. Tanto como la persecución que indios y blancos llevan a cabo para tratar de dar con el arsenal escondido de armas antes que sus competidores. Algo que, paradójicamente, Nuyten narra de manera serena, sin apenas concesiones a las grandes ilustraciones que abarcan una página, construyendo desde la viñeta esa sensación de espacio, de frontera y devastadora soledad que contagia un aire de melancolía al relato.

En Apache Junction encontramos a un Gerónimo casi fantasmal, que camina por el desierto sin la ayuda de un caballo, la historia de amour fou entre Roy y su pasado indio y, en un giro que encantaría al Sergio Leone de Hasta que llegó su hora, los dilemas de una aguerrida viuda blanca atenazada por las deudas contraídas por su marido. Todo ello, en dos extraordinarios tomos (a falta de completar) que respiran el polvo del desierto, el valor y la sangre de una época condenada a desaparecer; una época a la que Peter Nuyten ha rendido un pequeño estudio antropológico en forma de percutante western. De identidad y frontera. O de relato de aquellos hombres que, aunque lo sospechaban, caminaban en dirección a su final.

 

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