Juventud sin Dios, de Ödön von Horváth (Nórdica)  Traducción de Isabel Hernández | por Juan Jiménez García

Ödön von Horváth | Juventud sin Dios

Un día, Ödön von Horváth caminaba por los Campos Elíseos, por aquel París que una adivina le había dicho que le iba a cambiar la vida. Y sí, le cambió la vida por la muerte. Y ahí acabó, con treinta y siete años, golpeado en la cabeza por una rama caída de un árbol un día de tormenta, la historia de uno de los dramaturgos más conocidos de su tiempo, escritor viajero, en un viaje permanente a través de Europa: Budapest, Viena, Berlín, París,… No muy conocido en nuestro país (un misterio más), es una estupenda noticia que Nórdica se ponga a publicar alguna de sus obras. Y que la primera sea Juventud sin Dios, tal vez la más conocida junto con Un hijo de nuestro tiempo.

Su protagonista es un maestro de escuela en un lugar que muy bien podría ser Alemania. O Austria. O ambas cosas (que, después de todo, acabaron siendo lo mismo). Las consignas se suceden. A través de la radio, de circulares. El mundo está cambiando y no en una dirección muy adecuada para él y sus inquietudes. Aunque a decir verdad, la única inquietud del maestro es conservar su trabajo, mantener a sus lejanos padres y llegar a la pensión de jubilación. Y para ello hay que callar, seguir una vida de obediencia y pocas preguntas, todas interiores. Un día, comete el desliz de afirmar que todas las personas son iguales. ¡Si lo dice incluso la Biblia! Pero no, los negros no pueden ser iguales. Los negros son los negros, los judíos, los otros. Las colonias (una preocupación nacionalsocialista de primera hora). A partir de ese momento, todo se enrarece. Las relaciones con los alumnos, meras primeras letras de su primer apellido. Pero él debe de seguir. Debe de llegar a esa jubilación. ¡Y solo tiene treinta y cuatro años! Entonces llegarán las vacaciones escolares, convertidas en ejercicios para la preparación a la guerra. Ya no solo hay que prepararles moralmente. También físicamente. Y todo se precipitará. La verdad y la justicia.

Von Horváth escribió Juventud sin Dios en 1937, un año antes de su muerte. Hitler había llegado al poder en Alemania hacía unos años y todo se precipitaba a hacia una guerra que él ya no llegaría a conocer (pero de la que estaba huyendo). En la novela está toda la inquietud del tiempo, todo el desconcierto pero también la cobardía, en la que Dios representaría esa verdad necesaria, esa justicia necesaria. Pero Dios no está. Se fue hace un tiempo y dejó solo al profesor con sus miedos o su indiferencia ante todo lo que no sea sobrevivir. Sin interlocutores (hasta que encuentra a ese otro Julio César y a un cura caído en desgracia) verá como su frágil seguridad se desmorona. Está lejos de aquel profesor Unrat de Heinrich Mann, pero tal vez no lo suficiente.

Apasionante relato de un mundo en descomposición (no por una desgracia del destino sino por una firme voluntad propia), de ese aire podrido del tiempo, Juventud sin Dios está contada con la agilidad de lo inmediato e incluso coquetea con la novela de misterio o de intriga. Tiene la velocidad de la caída y la precisión de un mundo en el que el lenguaje degeneraba a la misma velocidad que la Historia. Y entre todo, un tibio mensaje de esperanza, que era más de lo que seguramente su autor esperaba. Como si aún fuera posible escapar. Como si aún hubiera un posibilidad de encontrar de nuevo a ese Dios, a esa verdad, a esa justicia. No llegó. Solo la muerte, la destrucción. Una y otra vez. Nunca por azar.


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