El tiempo de en medio, de Marcello Fois (Hoja de lata) Traducción de Francisco Álvarez | por Óscar Brox

Marcello Fois | El tiempo de en medio

Hay autores, como Leonardo Sciascia, Dacia Maraini, Gesualdo Bufalino o, como en este caso, Marcello Fois, cuya escritura está unida al territorio, a sus mitologías y a la historia oral forjada con el correr de los años. Quizá sea por su carácter insular, tal vez porque tanto Sicilia como, en especial, Cerdeña se empeñaron en vivir de otra manera las transformaciones del Siglo XX. Sin renunciar a esa tierra ni a esa lengua que había amamantado a una generación tras otra, en cuyo seno fermentaban leyendas como la del Tigre de Ogliastra (a la que Fois dedicó su novela Memoria del vacío) o dinastías como la de los Chironi, protagonistas de Estirpe y de este segundo episodio, El tiempo de en medio.

Decir Fois es decir Nuoro. Su Ítaca, su patria chica, su Parnaso y su lugar en el que echar por raíces. Por mucho que en la historia de los Chironi las raíces estén torcidas, debilitadas por los envites del tiempo y amenazadas, precisamente, por los vínculos sentimentales que las hacen crecer. Y es que Fois nos devuelve a ese mundo pequeño que dibujan con la mirada sus protagonistas. El de un anciano Michele Angelo, devastado por tantos hijos perdidos por la tragedia, la Guerra o la propia vida; el de su hija Marianna; y el de Vincenzo, el nieto al que nadie esperaba y que se encargará de reactivar el futuro del linaje. De ese espacio, casi sentimental, que la prosa de Fois compone en sus pequeños detalles: en su rutina, en el aroma de las flores que crecen entre las rocas, en la fragua, la belleza del dialecto y los recuerdos de una familia desconocida que Vincenzo recibe como si de una transfusión se tratase. Lo que sea con tal de recuperar ese Nuoro perdido. O arrebatado. Por reconquistar la misma pasión con la que el joven Michele Angelo de su anterior novela delineaba los rasgos de su futura estirpe. Todo ese amor, toda esa delicadeza.

Fois cambia a la siguiente generación, la que vivió el final de otra Guerra y el declive del fascismo, mientras el pueblo italiano decidía con qué quedarse: república, monarquía, comunismo o democracia cristiana. Detalles que en El tiempo de en medio forman parte del paisaje, sin llegar a alterarlo completamente, pero que Fois se las apaña para introducir como hitos en un largo camino; señales de demarcación cada vez que la vida se abre paso y exige a sus protagonistas reevaluar las decisiones emprendidas. Cuando Vincenzo pasa de muchacho a hombre, de ingenuo a determinado jefe de la herrería familiar. Cuando Michele Angelo pasa de abuelo a bisabuelo de una familia con demasiados muertos, con demasiadas tristezas, que parece visar en el nacimiento de un nuevo Chironi la posibilidad de un futuro menos cruel. Menos doloroso. Por mucho que cada episodio, cada vida arrebatada o vivida en su plenitud, sean síntomas de una misma enfermedad: la de ese amor incondicional por un lugar, por unas mitologías, por unos personajes que, más que de carne y hueso, parecen esculpidos en mármol y aire, en el aroma de las plantas y el fulgor anaranjado del hierro recién colado.

No resulta arriesgado señalar que Fois observa a los Chironi como guías para entender la Historia, la idiosincrasia, de Nuoro y, por ende, de la cultura sarda. De esa sombra que mira a la otra Italia con la arrogancia propia de quien posee su propia lengua y sus propias mitologías. Y que, pese a los asaltos, pese a las tentativas de la Modernidad, resiste con todo para preservar su lugar en el tiempo. Porque, efectivamente, Fois escribe sobre el tiempo. El que pasa y ya no vuelve, el que está a punto de suceder y el que ya está aquí, en marcha, haciéndose junto a las pequeñas desventuras de sus personajes. Atragantándose con la desdicha de ese joven matrimonio que no consigue tener descendencia, con la tristeza de la tía que antaño fue madre y dueña de una casa que ahora solo visita para quitar el polvo, con los fantasmas de un anciano que se ha negado a cortar el vínculo, aquellas raíces, con el tiempo que el destino le arrebató.

Por eso, El tiempo de en medio es una novela que solo se puede entender en esa especie de excepción cultural que es Cerdeña. Una historia de amor por un lugar, por unos personajes, que ha inventado sus propias mitologías -como la de aquel Soldado Quirón que con los años moldeó el apellido Chironi- para mantener los rasgos propios. Esos que cualquiera es capaz de identificar, como el rostro de un padre, de una madre o de unos hijos, por mucho tiempo que pase. De ahí que volver sobre las obras de Fois posea ese fuerte sentimiento de tiempo sellado, de raíces que palpitan sobre cada página, de voces que continúan haciéndose escuchar. De palabras que, en definitiva, hablan de una historia inmortal. De amor, tristeza y dolor. De vida.

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