La increíble boda de Gilbert y Moira, de Joe Keenan (Dos bigotes) Traducción de Carme Camps | por Juan Francisco Gordo López

Joe Keenan | La increíble boda de Gilbert y Moira

Hay quien se casa por amor; en algunos casos, aún quien lo hace por conveniencia o por «juntar apellidos». Pero si alguien de repente te comenta por teléfono que va a casarse y de nuevo, café mediante, te explica que lo hace por los regalos, como poco una sacudida estentórea recorrerá el cuerpo del confidente. Sobre todo, claro está, si resulta que el novio es gay, la boda heterosexual y los invitados homófobos y ligeramente… violentos.

Esta es la premisa básica de la que parte La increíble boda de Gilbert y Moira, una desternillante comedia que aparece en el catálogo de Dos Bigotes Editorial en fechas de bodas, precisamente. Además, como lectura de verano no sólo es que sea recomendadísima, es que se te pueden pasar las vacaciones sin que te des cuenta leyendo la a veces satírica a veces absurda trama cuyo nudo argumental no hace más que engordar.

Y es que, ¡cuidado!, esta historia engancha hasta el descuido de las obligaciones.

Poniéndonos un poco serios hay que argüir que el autor, Joe Keenan, es un brillante estratega de la comedia. Guionista de series como Frasier o Mujeres desesperadas, deja su firma impresa esta vez en el papel, con un estilo narrativo formalmente impoluto y de corte ágil que evita parones innecesarios y que va a lo que va, que es a lo que queremos; lo sabe y lo ofrece al lector sin tapujos: la rapidez y la hilaridad en cada frase.

Desde una perspectiva de un ex amante de Gilbert, Philip Cavanaugh, compositor de musicales de irregular éxito pero con evidente chispa -tal vez no suficientemente reconocida en su gremio-, lleva al lector de la mano por la planificación alocada de una boda que está, desde las primeras páginas, condenada a explotar, casi literalmente, en las narices de todos.

No sólo es que sea un matrimonio absurdo, es que cada uno va a mirar por sus intereses económicos, haciendo rodar una bola de nieve inmensa que a medida que va absorbiendo más gente en su camino engorda hasta puntos insospechados y que se comienza a presentar como un peligroso juego en el que los resbalones, las traiciones y las conspiraciones grupales y personales se mezclan tan genialmente que terminan por hilvanar una historia que, francamente, uno cabría esperar, pero que sorprende gracias a la ágil y experimentada pluma de su autor para enganchar como sólo un guionista sabe hacerlo.

Muchos la califican como la boda del año. Bueno, ciertamente se tardará en olvidar esta boda, y sin duda es para volver a ella tantas veces como con ganas de sonreír se sienta uno.

Escribir una novela ya es complicado; que sea comedia se me antoja aún más difícil -piénsese en la cantidad de novelas que nos hacen reír con naturalidad, sin forzar chistes, así, durante más de quince o veinte páginas seguidas; esta lo hace durante 376; pero que además sea capaz de mantener un ritmo que te haga perder la noción del tiempo y estancarte en la diversión perpetua, hace de la boda de Gilbert y Moira un acontecimiento mucho más que increíble.

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