Aproximación a la herida, de Jesús Artacho (Baile del Sol) | por Francisca Pageo

Jesús Artacho | Aproximación a la herida

Jesús Artacho es filólogo hispánico y actualmente trabaja como bibliotecario en un pequeño pueblo de Málaga, su región natal, pese a haber estudiado en Granada. Es autor del libro de relatos, autoeditado, El rayo que nos parta, y ha recibido numerosos premios como el Nacional Villa de Periana (2006) y el “Málaga Crea” (2013). De los 66 poemas que componen el libro del que hablaremos, Aproximación a la herida, algunos de ellos han sido los premiados en este último certamen y la editorial Baile del Sol los ha juntado con otros, haciendo así, un pequeño pero extenso poemario que concibe la visión del autor de una manera clara y sencilla.

En estos poemas, Artacho nos habla del paso de tiempo y cómo los hechos del día a día, de la cotidianeidad latente en cada persona, entra en nuestro interior. El autor no sólo mira la vida desde dentro, sino que también la mira desde fuera y es capaz de hacer que las palabras sean un vehículo o un modo de entender la poesía como algo directo y sencillo que retuerce las palabras hasta hacerlas dueñas de sentido y sentimientos. Artacho se adentra en lo cotidiano, en el amor, en la poesía y la literatura, en el paso del tiempo e incluso en la música. Todo lo que acontece en estos versos son palabras directas e indirectas propias de la vida del autor las cuales, también, son cosas que te pueden pasar a ti o me pueden pasar a mí. Aquí las palabras no son más que hechos sinceros y honestos en los que el significado adquiere un universo sutil y sedoso, ligero y latiente.

A pesar de la brevedad del libro ante el que nos encontramos, en estas páginas podemos encontrar una cercana reflexión sobre el ser humano, sobre lo que ve y sobre lo que siente. Aproximación a la herida circunda los límites del pensamiento y del afuera, lo que nos afecta -ya sea directa o indirectamente- y lo que nos llega del exterior. Las reflexiones que Artacho deja entrever hacen de este libro, que se digna a leer pausadamente, algo sobre lo intrínseco en la psicología del ser humano; sobre sus padecimientos, sus alegrías, sus defectos o sus virtudes. Hay cierta ironía en las palabras y versos de este libro, que nos hacen reír y nos hacen llorar, a la vez.

La amplitud ante la que se ve sometida la voz de Artacho da pie a que pensemos e incluso nos atrevamos a ver más allá de lo propio, de lo nuestro, nos hace ver cómo la palabra va creciendo con uno y cómo ese interior se va ampliando a medida que leemos y nos hacemos partícipes de las experiencias que Artacho recoge. Sus poemas son eso, experiencias. Hechos que, como ya he dicho, pueden ocurrirte a ti o pueden ocurrirme a mí, pero que le han ocurrido al autor, y él, con su mirada y conciencia, nos los trae con palabras bellas y silenciosas, y es que este libro de silencio tiene mucho. Es como el silencio de las calles semivacías a las 8 de la mañana, como el silencio que precede a la noche cuando nos acostamos, como el silencio entre personas que se quieren y con miradas se hablan. La poética de Artacho no es artificiosa, no es extrema, sino ligera y elocuente, y aún así, es capaz de dotar de vida a este silencio del que hablamos. Un silencio que a veces duele, pero que otras veces nos hace deleitarnos ante la vida que nos toca pasar.

Aproximación a la herida es aproximarse a la vida, es detenerla y reflejarla en palabras, sin más.

Mastodóntica apisonadora de lo humano

Vas a una entrevista
de trabajo.
Y qué frágil todo.
Dos personas
que no te conocen
y a las que nunca has visto
te escrutan, te examinan al detalle,
pareciera que te escuchan.
De ese breve, impersonal encuentro,
de la impresión que puedas dar,
pende
tu vida
en los próximos doce meses.
Y ellos sin andarse con excesivo tacto,
evitando tus ojos,
impasibles al desespero.

Tu suerte
(la de ella, la de todos)
no perturba
un ápice
–y es triste constatarlo–
el orden del día.

En estas situaciones,
uno atisba
esa mastodóntica
y despiadada
apisonadora de lo humano
en la que nos movemos.
Cómo no:
descorazona.

[…]

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