Mi Guerra, de István Szegedi Szüts (Sans Soleil) | por Juan Jiménez García

István Szegedi Szüts | Mi Guerra

En ese periodo de apogeo de la novela gráfica que fue el periodo de entreguerras, era inevitable que uno de los temas tratados debía ser la propia guerra que había quedado atrás. Una guerra que seguía siendo una herida abierta y, aún más, para los perdedores. No era fácil representar aquella guerra, pero tampoco haber pasado de un pasado glorioso a un presente desastroso. Era años convulsos y el arte, como la literatura, buscaban su reflejo, como salidos de una pesadilla, llenos de interrogantes. Hay que entender que este también fue el momento fuerte del cine, del cine mudo, convertido en foco de atracción (y pasión) para no pocos artistas, y la novela gráfica que surgía por aquellos años lo reflejó de distintas maneras: primero con su ausencia de palabras y luego con su sentido del plano-lámina. Todo esto, tiempo, técnica, desilusiones, se puede encontrar en Mi guerra, la obra de 1931 del húngaro  István Szegedi Szüts que ahora edita Sans soleil.

Mi guerra cuenta una historia sencilla. La del joven granjero que, con el comienzo de la guerra, es reclutado para formar parte del glorioso ejército de austrohúngaro. En esos tiempo de propaganda y nacionalismo exacerbado, el futuro no puede presentarse más glorioso, pero la guerra no tarda en aparecer como la realidad qué es. El sueño se convierte en pesadilla y la muerte está con todos, convertida en la verdadera patria común. Ni tan siquiera su final alejará los fantasmas, convertidos en otra cosa. Queda rebelarse contra todo ello, para encontrar que la muerte sigue estando ahí. Como siempre.

Lo primero que sorprende de la novela es la técnica usada. Frente al habitual grabado, Szegedi Szüts utiliza la tinta y el pincel. Ese cambio le da una expresividad única. Aunque su referencias siguen estando ahí presentes (pienso en el expresionismo y, en particular, Georges Grosz, que está un poco por todas partes pero más evidente en láminas como la 66 o en la representación de los oficiales), esta técnica le permite jugar especialmente con el fluir de la tinta y el espacio en blanco de la página. Lejos de plegarse a una línea en las más de doscientas láminas, en cada una de ellas utiliza distintos recursos, desde el esbozo (que va desde usar trazos mínimos, esquemáticos, hasta la “mancha” de tinta) hasta el expresionismo más feroz, que conjuga con los más diversos niveles de detalle.

Mi guerra no renuncia absolutamente a nada. Como novela en imágenes, apenas si nos da algunos títulos (prácticamente innecesarios) para las láminas, para pasar a dejarnos solos en sus últimas páginas. Pero en a nivel visual es una interrogación permanente sobre cómo expresar cada escena y cada sentimiento que la atraviesa. Fragmentos como La visión del joven húsar, con la cabalgata de la muerte, o el de la violación (con su desarrollo tan cinematográfico), nos muestran una obra en la que todo ha sido pensado y en la que ningún trazo ha sido dejado al azar, desde el minimalismo de alguna de sus láminas al maximalismo de otras tantas. István Szegedi Szüts construye así un relato que es también una búsqueda de la expresión a través de la forma, del negro frente al blanco, del hombre frente al espacio y la muerte.

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