El juego en escena. Carteles para una función, de Isidro Ferrer (Nórdica) | por Juan Jiménez García

Isidro Ferrer | El juego en escena. Carteles para una función

Entre todas las artes que rodean a otras artes, que uno tiene la sensación de que el arte de los carteles para cine o teatro parece haber sido una de esas pérdidas trágicas de lo tiempos modernos, que consideran que una fotografía vale más que no se qué y que no vale la pena pagar por tener otra cosa que no sea una banalidad o, en el mejor de los casos, algo anodino. Hemos confiado la capacidad de atraer a no sabemos muy bien qué, y la belleza hace tiempo que fue entregada al mercado. Quedan los libros, algunos. Por eso, cuando uno ve los carteles del Centro Dramático Nacional, lo primero que llama la atención es precisamente eso. La voluntad de expresar. Y luego, uno sigue buscando y encuentra que entre 2006 y 2016 fueron realizados por Isidro Ferrer, y que tras esto, hay una larga historia de amor con el teatro (y del teatro, de sus gentes, con él). Ahora, Nórdica ha puesto todo eso en una bellísima edición y, de paso, a inaugurado su colección de teatro.

Isidro Ferrer empezó siendo actor y acabó siendo diseñador e ilustrador. Al ver su obra, nuestros pensamientos se van hasta otro grande, Daniel Gil, y sus portadas para Alianza Editorial. Ese gusto por los objetos que se vuelven de una rotunda expresividad. Al menos en los primeros años. Al final se decantó por jugar con la tipografía. Jugar no es una palabra vana. En sus carteles, en cada temporada, hay una propuesta, una invitación al juego, a interpretar, a ese play con el que los ingleses juntan el teatro y el juego, precisamente. Y ellos saben mucho del tema. Pienso en la temporada 2011/2012, con todos esos rostros construidos o revelados, surgiendo esas páginas en blanco que son sus carteles. Todo con una elegancia nada fácil, porque la elegancia no viene de la acumulación, sino de la sustracción. Solo por poder asistir a este desfile de títulos y conceptos, de verdaderos intentos de intentar atrapar la obra y sus intenciones, el libro ya valdría la pena. Pero Nórdica ha querido también convertirlo en un justo homenaje a Ferrer, a la vez que un apasionante recorrido por la producción de esa década del Centro Dramático Nacional, bajo la dirección de Gerardo Vera y, más tarde, Ernesto Caballero.

En el libro podemos encontrar textos de un montón de gente alrededor ya no solo del cartel, sino de las obras, bien como autores, actores, directores de escena y otros oficios, o bien como críticos. La relación es tremenda. Leer a Marcos Ordoñez escribiendo sobre Chéjov a propósito del montaje de Tío Vania, a Andrés Lima escribiendo sobre el Urtain, de Juan Cavestany, Carmen Portacelli sobre aquel maravilloso montaje de Ante la jubiliación, de Thomas Berhard, a Israel Elejalde sobre La paz perpetua de Juan Mayorga. Y más, muchos más. Brevemente, de manera más extensa. Y, de algún modo, Isidro Ferrer siempre ahí. El poder evocador de sus carteles, su capacidad para sintetizar la obra en una imagen o, en su última época para el CDN, convertir las letras en algo evocador, en algo animado. Como la efe del Fausto de Tomaž Pandur. En fin, El juego en escena, carteles para una función, es un libro capaz de contener toda la belleza de esa trayectoria, y también una invitación al teatro. Arte efímero, estas obras ya solo son parte de un pasado cercano, presente para aquellos que estuvimos ahí, durante unas horas. Y los carteles de Ferrer, quedan como una magdalena proustiana tras ese el espejo de Alicia.

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