El diez por ciento de tu vida, de Hiber Conteris (Yulca) | por Óscar Brox

Hiber Conteris | El diez por ciento de tu vida

En Interrogatorios, uno de los textos más emocionantes sobre Dashiell Hammett, podemos leer los testimonios del autor de El halcón maltés ante el Comité de Actividades Antiamericanas. El compromiso inquebrantable por una idea de libertad en plena Caza de brujas; su defensa ante una persecución que le llevaría a pisar la cárcel. La prisión fue, también, el lugar al que el uruguayo Hiber Conteris fue confinado durante la dictadura cívico-militar que abarcó más de una década. 12 años de oscuridad en los que, entre otras cosas, Conteris empezó a fraguar una novela. Un homenaje al noir americano, pero también una reflexión sobre la hondura del compromiso político en tiempos de ira. De asesinatos, desapariciones y juicios sumarísimos. Una ficción con Philip Marlowe y Raymond Chandler como protagonistas, en una América sacudida todavía por el macartismo, empeñada en mirar hacia otra parte para tratar de ocultar sus miserias.

Antes de iniciar su novela, Conteris explica cómo encontró en la biblioteca del penal una copia de la biografía que Frank McShane consagró a Chandler. Y cómo a partir de esa lectura, mezclada con las ficciones del autor de El largo adiós, creó el esqueleto argumental de El diez por ciento de tu vida. Más que los datos, que la pura investigación, Conteris buscaba el tono. El espíritu. El estilo. Ese gusto impresionista, la humanidad y también la mordacidad, pero sobre todo la integridad moral de un personaje como Marlowe. De ahí que el Los Angeles de su novela resulte, casi, una reconstrucción soñada de los escenarios de tantos otros libros. Una evocación de los ambientes y del paisaje del investigador privado. De sus palabras y de la manera de tramar cada historia por parte de Chandler. De hecho, no es casualidad que Conteris introduzca a modo de paréntesis un capítulo protagonizado por Chandler para reflexionar sobre su idea de la novela, sus búsquedas estilísticas y la importancia del tono. Como si, desde ese pequeño fragmento de ficción, se pudiese reconstruir todas aquellas conversaciones que tuvieron lugar, pero excedieron los límites de la biografía de McShane.

El diez por ciento de tu vida arranca con la muerte de un agente literario. Como recuerda Conteris, la figura del agente era, para Chandler y prácticamente para cualquier autor, una suerte de Mefistófeles que, en vez de velar por los derechos de las obras, tramaba toda clase de pactos fáusticos con sus representados -de ahí ese diez por ciento que, en fin, se perdía durante la batalla por llevar a buen puerto un trato. Sin embargo, la de Yessin Andres no es la muerte accidental que el escenario inicial plantea, pues tras su aparente suicidio se extiende un ambiente de sospechas, conspiraciones e intereses. Así que ahí está, una vez más, Philip Marlowe; cansado, cínico, abandonado por un tiempo demasiado convulso para un detective. Empeñado en resolver un caso que todo el mundo cree cerrado. Pero que, en el fondo, abarca ese clima de terror político extendido por la Caza de Brujas.

Conteris imaginó a Marlowe como el protagonista de una ficción trepidante, bañada por el sol californiano, las voluptuosidades del deseo y el sentido de la justicia. También, con las suficientes aristas morales como para ubicar al personaje en el contexto de la época. De un tiempo nefasto para el ejercicio de las libertades individuales, en el que la ideología obligaba a utilizar seudónimo y los colectivos gremiales suponían, para la máquina bien engrasada del sistema, un peligroso adversario a la hora de mantener a raya la situación. Por eso, poco a poco, el autor resitúa a la criatura de Chandler en uno de esos ambientes cargados, perversos, tan afines a autores como Horace McCoy. De asesinos contratados para eliminar pruebas, policías maniatados por las altas esferas y empresarios ávidos de información y control. En los que se palpa la corrupción y el cainismo, en los que la bonhomía se paga con el descrédito o la muerte. Y uno tiene la sensación de que, más allá de homenajes, lo que Conteris intenta transmitir es que Marlowe no debe quedar proscrito a la iconosfera de la novela negra, sino que puede ser otra figura más, como la de Chandler, de una realidad partida por el filo político de los acontecimientos. De ahí que, en un ejercicio metaficcional, autor y personaje compartan las páginas de la novela y, podría decirse, resuelvan la naturaleza del crimen mano a mano.

En Triste, solitario y final, otra novela con Marlowe como vector dramático, el argentino Osvaldo Soriano contaba la historia de un tiempo definitivamente olvidado, eclipsado, como tantos momentos dorados de Hollywood, por el correr de los años. Es posible que este sea, asimismo, uno de los objetivos de Conteris, pero no el principal. La identificación con Marlowe, con su espíritu infatigable de justicia, nos devuelve años después un gesto de resistencia en tiempos negros para la política. Por eso, esta aventura final del detective, fraguada por la frustración ante un sistema demasiado poderoso, es un análisis de situación. Un informe, desde la ficción, de ese mismo gesto político que Dashiell Hammett protagonizó ante la Corte. La postrera búsqueda de un sentido de la justicia para no caer en una espiral de decepción, de desazón ante la realidad de un tiempo profundamente injusto.  Y, en un gesto hermoso, el sentido homenaje a un autor, Raymond Chandler, que encuentra en la ficción de Conteris el final que la realidad no le pudo proporcionar.

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