Historia del erotismo, de Georges Bataille (Errata Naturae). Traducción de Javier Palacio Tauste | por Juan Jiménez García

Georges Bataille | Historia del erotismo

Hay un ensayo de Georges Bataille con un título que podría ser el resumen de toda una vida: la felicidad, el erotismo y la literatura. Encuentro en esos tres elementos algo que me remite al escritor, un escritor que fue siempre algo más que eso y también para mí. Para mí Georges Bataille fue un misterio. Un misterio siempre. En todo momento. Un misterio que nunca quise resolver, desde que escuchaba aquel programa grabado de la radio francesa, aquellas noches magnéticas llenas de silencios que eran vacíos. Y luego estaba esa frase que aún viene a mi cabeza a menudo: solo aspiro a una cosa: a suprimirme. No, no tenía nada que ver con el suicidio, sino más bien con convertirse en nada. Qué difícil…

Esta Historia del erotismo que ahora nos trae Errata Naturae tiene poco de relato histórico y sí mucho de preguntas históricas sobre un tema que, claro está, marcó su vida. Ya no solo porque seguramente es más conocido por su obra erótica que por el resto de sus inquietudes (que fueron muchas), sino porque también lo hizo de un modo muy íntimo (su afición por las prostitutas). Pero más allá de Historia del ojo o Madame Edwarda (que fueron sus primeras obras editadas bajo el correspondiente seudónimo) o de sus aficiones, el erotismo es un tema que atraviesa su otra y podríamos decir que llega hasta este último, continuación de sus reflexiones de La parte maldita sobre el concepto de gasto. De gasto y de excedente.

Así toda su reflexión se construirá insertándose en su obra, y a través de sus parámetros. Para Bataille el erotismo abarca únicamente el ámbito delimitado por la infracción de las reglas. Los títulos de sus apartados lo dejarán bien claro: encontraremos el incesto, lo prohibido, la transgresión, la orgía o el erotismo sin límites (para esto último, se sirve de Sade). El hombre es un animal que niega la naturaleza, y esa negación lleva también implícitas todo ese conjunto de normas y prejuicios que nos hemos dado y que, por lo tanto, nos alejan del erotismo (que no de la sexualidad). Bataille llegará a unir, indisolublemente, el erotismo con el horror, el horror hacia lo que consideramos una naturaleza inmunda.

Llegar hasta las cosas es ir siguiendo hilos, pistas, intentar encajar unas piezas con otras e incluso darse cuenta que las piezas no acaban de encajar y pensar el motivo o la ausencia de él. En la obra de Georges Bataille habrá que reconocer siempre la búsqueda y el atrevimiento, el no asustarse ante el error y ese avanzar jubiloso (sí, jubiloso) en su búsqueda. En sus argumentos, en sus razones. Imaginamos al escritor francés como un niño ante las piezas de un inmenso puzle o de un mecano que debe devolvernos una imagen basada en algo en estos tiempos devaluado: la intuición. Ningún academicismo, apenas algunas notas a pie de página, pero sí referencias insertadas en el texto, desde el momento en que nuestro pensamiento es solo la sucesión de otros pensamientos que nos precedieron.

Es emocionante asistir a esa aventura intelectual por la que el escritor parte en busca de ese instante en el que se produce aquello que conocemos como erotismo, una palabra que para él fue mucho más, en su obra y en su vida. Algo que quedaba entre la felicidad y la literatura. Un espacio, un lugar que para un hombre como él lo era todo. El centro. El enigma. Y para mí, para nosotros, una pieza más en ese misterio llamado Georges Bataille.


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