En busca de New Babylon, de Dominique Scali (Hoja de lata) Traducción de Luisa Lucuix | por Óscar Brox

Dominique Scali | En busca de New Babylon

Parece habitual encontrar en el western contemporáneo una revisión de las bases literarias que sustentaron a uno de los géneros fundamentales para entender la construcción de los Estados Unidos. Pero, a menudo, dicha revisión es consecuencia de un elemento cada vez más presente en la escritura: el tiempo. El tiempo que pasa, que a veces deja una huella un poco más profunda, que se lleva consigo a escenarios y personajes para anunciar los vientos de cambio. Quizá por eso resulta difícil no reconocer en el western actual la idea de que cada personaje es su propia frontera, su hogar y también su límite. Un lugar en mitad del desierto, de los pueblos que resisten las embestidas de las frecuentes revoluciones industriales y del horizonte de vidas pequeñas y muertes que surcan las historias del género. Así hasta convertirse en leyendas. En busca de New Babylon, de Dominique Scali, nos sumerge en ese territorio polvoriento de esperanza y violencia bajo la premisa de que toda historia, en algún momento del camino, está destinada a convertirse en leyenda. A desdibujar sus contornos, especular con los datos y fechas, y jugar una y otra vez con lo que sucedió o pudo suceder.

La figura del Reverendo Aaron vagando sin manos con una historia a cuestas traza una cosmogonía alrededor de personajes como Charles Teasdale, Pearl Guthrie, Bill El ruso o El matador, a caballo entre América y la frontera con México, entre las casas de tolerancia y los valles rocosos en los que una emboscada puede tener lugar. Solo necesita, como Scali, un lector atento que la escuche: que tome conciencia de las fechorías de Teasdale y todas las ocasiones en las que eludió la muerte hasta convertirse en un mito entre los bribones del oeste; o que compruebe cómo, después de las pioneras, las mujeres de aquella Norteamérica de heridas profundas tenían que luchar con uñas y dientes para no vivir a expensas de los hombres, sin la posibilidad de emanciparse y encontrar así su espacio en aquel horizonte de posibilidades. O que asista a la transformación de un matador mexicano en una figura casi fantasmal, acechador y verdugo de ese falso reverendo al que reconocemos perdido entre lupanares y sueños de alcohol.

El Oeste de Scali es un lugar en el que cada pisada de sus personajes deja un profundo surco en el lugar. Da igual si caminan en círculos, si terminan muriendo, como Teasdale, de la forma menos pensada (más aún, tras eludir la soga durante tanto tiempo). O si, simplemente, se dedican a vagar de un punto a otro de la geografía. En el fondo, son voces, ecos de un pasado, que su autora rescata del acervo cultural americano para permitirles hablar de todo aquello que ya no está. Que dejó de existir. Que, forzosamente, se ha convertido en carne de ficción: como tantos duelos, como tantas peleas en el bar del pueblo, como tantas cabalgadas con la luna como compañera. Porque con Scali sucede algo parecido a lo que señalábamos a propósito de la literatura de Gabrielle Roy: la ficción no es un obstáculo para el comentario etnográfico, para la lección de Historia o el trabajo sobre las raíces culturales de un país con una memoria demasiado breve. De ahí que En busca de New Babylon se lea de varias maneras, en forma de intenso western respetuoso con las tradiciones del género y, también, de exigente revisión de un género que, más que reformular, explica el porqué de las tradiciones y de la longevidad de una literatura sin la que, difícilmente, se podría describir parte de la Historia de América.

A ese cura que vaga por la frontera, de pueblo en pueblo, Scali le corta las manos para, simbólicamente, detener su historia. Teasdale, Pearl o Bill El Ruso han vivido demasiadas vidas, siempre al acecho de un final o de una última muesca en el revólver. Y en algún punto hay que terminar, advertir al lector en qué momento todos ellos han pasado a ser personajes creados por el Reverendo; héroes de leyenda que han pasado a habitar las páginas de una historia desordenada, plagada de fechas y circunstancias. Mitos impresos, monumentos geográficos de un género que explica cada transformación social, cada cambio de etapa. Un género en el que Dominique Scali se desenvuelve con brillantez formal y mordiente, exponiendo la historia de una cultura que, después de tanto tiempo, solo se puede entender a través de sus mitos. De esas leyendas que pretenden vivir en las páginas de una novela del oeste. De esos olvidados del sueño americano que encuentran su ciudad, su lugar, sus raíces, en las páginas de un libro.

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