Salvación en Sand Mountain, de Dennis Covington (Dirty Works)  Traducción de Tomás Cobos | por Óscar Brox

Dennis Covington | Salvación en Sand Mountain

En las últimas páginas de Salvación en Sand Mountain figura un pequeño afiche fotográfico que ilustra, por si cabía alguna duda, todo aquello sobre lo que las palabras de Dennis Covington han dado cuenta en las páginas anteriores. Las caras de éxtasis, las ceremonias, las comunidades cuyas tradiciones resisten las sucesivas embestidas del tiempo y, por supuesto, la curiosidad, prácticamente antropológica, de quien se acerca a ese universo secreto. O, más que secreto, culturalmente vilipendiado. Pasto de los grupos económicamente deprimidos de los Apalaches, o de esa mayoría silenciosa que respira al compás de la América cosmopolita sin dejar por ello de habitar en sus márgenes.

Con suma habilidad, Covington parte del juicio a Glenn Summerfold, pope de una de las comunidades religiosas de manipuladores de serpientes, para penetrar poco a poco en el interior de esa región desconocida. Una vez descabezada la comunidad, nos queda la sensación de que sus ritos se ven expuestos a la opinión pública; al ojo desnudo de una sociedad que ve el peligro de la manipulación por encima de cualquier arrebato místico. O, más aún, por encima de ese vínculo emocional que reúne a una comunidad de desclasados. De ahí, pues, que el enfoque periodístico del autor se adapte, progresivamente, a las circunstancias, para arrimarse a ese sentimiento de fascinación por los rituales y la manera en la que inciden sobre el ánimo de las personas. Por sus cuerpos y rostros, pero también por su espíritu. Por esa brutal sensación de vida que transmite la confianza en la manipulación de serpientes.

A ratos uno no sabe si Covington nos habla como periodista, antropólogo o huérfano en busca de un asidero al que agarrarse. Como curioso o como pragmático, capaz de alcanzar el tuétano de la historia para contar todo aquello que nadie ha contado sobre las iglesias de manipulación de serpientes. Y, sin embargo, todo parece volar por los aires cuando el autor pasa a ser uno más de los hermanos; cuando sostiene una de las serpientes entre sus manos y atisba ese momento de éxtasis que, en definitiva, justifica algunas de nuestras elecciones vitales. Un sentimiento de pertenencia, de comprensión, de espacio compartido. Todo lo que la vasta geografía americana tritura en sus infinitos estratos sociales. La importancia de sentirse vivo, quizá, presa de un riesgo absurdo que tal vez no permita escuchar la palabra de Dios pero sí el aliento de una comunidad que se identifica con esa necesidad de compañía.

Junto a sus compañeros fotógrafos, que evocan otra época en la que Covington fue reportero de guerra, su familia y los vínculos familiares que desarrolla dentro de la comunidad, la historia de Salvación en Sand Mountain nos traslada al ojo del huracán de una región que permanece aislada en el tiempo. En las casetas donde tienen lugar las mismas, en los escenarios devastados a los que cuesta acceder, en la realidad suburbial que poco o nada tiene que envidiar a los bienes de la cultura moderna; que, en su modestia, se conforma con mantenerse fiel a un rito, a un espacio concreto, a unas creencias que tarde o temprano desaparecerán. Por eso, frente a la tentación de convertir todo aquello en el espectáculo de una barraca de feria, Covington borra todo rastro de polémica para construir, en su lugar, un retrato de un paisaje minúsculo, marcado y olvidado. El dibujo de otra América, como la de los Ozark en la obra de Daniel Woodrell o la de ese Sur tantas veces radiografiado a través de sus maltrechas dinastías por Faulkner. Gentes cuyo significado de la vida es, sencillamente, la resistencia.

En una colección como la que mantiene Dirty Works, Salvación en Sand Mountain supone un nuevo jalón para acercar al lector en castellano las voces de los desclasados, de los ritos y prácticas de una sociedad en proceso de desintegración, herméticamente cerrada, pese a los ocasionales momentos de exposición. De ahí, quizá, que el éxtasis narrativo de Covington se entienda mejor una vez terminado el libro, cuando apreciamos lo profundo que ha sido su descenso, el punto de familiaridad que consiguió alcanzar con un grupo humano tan distinto al que integraba su paisaje habitual. Antropólogo o periodista, creyente o cultivador del riesgo, el viaje de Covington es la travesía hacia los márgenes de una nación integrada por infinitas comunidades. Silenciosas, cobijadas bajo el manto del olvido, cuyas tradiciones, sin embargo, enriquecen ese poderoso sentimiento que recogemos bajo la idea de estar vivos. Otros mundos que la escritura de Covington nos acerca con el mismo éxtasis, con la misma devoción, con la que llegó a sostener entre sus manos a la serpiente.


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