Woody. La biografía, de David Evanier (Turner) Traducción de Guillermo Ortiz | por Juan Francisco Gordo López

David Evanier | Woody. La biografía

Todos sabemos que las biografías las leemos por los chascarrillos. Si además de eso nos dan información vital del personaje en cuestión o resulta que su vida ha sido verdaderamente interesante, tanto mejor; pero a un lector de biografías hay que darle siempre fango y llamas.

Lo que David Evanier nos relata en la última biografía del director Woody Allen es precisamente un muy cuidado juego entre datos personales, sociales, laborales y una justa dosis de cotilleos para voyeurs que disfrutarán de una comedida y aparentemente moderada exposición del capítulo más negro de la vida del director.

Pero realmente no es el asunto con Mia Farrow y Soon-Yi el que hay que destacar de la obra. De hecho, Evanier se ha cuidado muy mucho de no amarillear con el tema y exponer solamente los hechos tal y como un lego en el caso se aproximaría a él, con la máxima objetividad posible.

Esta alucinante biografía, editada por Turner, traza un recorrido por la trayectoria profesional del director desde mucho antes de iniciar su carrera en el cine, marcando acompasadamente cada paso de un desarrollo humorístico de sus temas clave como nunca antes se había hecho.

Con las contadas palabras del introvertido Allen, Evanier nos dibuja el panteón de su carrera a partir de entrevistas, datos y análisis de sus películas en los altibajos de una trayectoria que, si bien no es la más brillante de entre los directores de cine de Hollywood, sí es de las más reputadas. Y no tanto por las variaciones en la calidad de sus obras, sino más bien por la asimilación del trabajo de toda una vida dedicada a hacer lo mejor posible dentro de su ámbito.

Queda muy claro algo que podríamos denominar como «fenómeno Allen», y es que ante las dificultades vitales o adversidades en el trabajo, él mantiene la calma dentro de lo que cabe en su neurótica personalidad, y trata de paliar todos los dolores con un enfoque hacia su trabajo que hace que no bien haya terminado una película esté ya pensando en la siguiente.

Es mucho lo que hay de admirable en la figura de Woody, pero ante todo me parece muy destacable la gratitud que demuestra en todo momento por quienes le animaron a seguir con los monólogos al comienzo de su carrera, cuando nadie le reía los chistes a pesar de ser tan buenos como los que le encumbrarían en su primera época de éxitos cinematográficos.

Además, la experiencia de David Evanier en la redacción de biografías es un grado con el que logra enganchar incluso al que se acerca con más desconocimiento que interés a la figura del director. En todo caso, una obra deliciosa que se digiere con el dulce sabor del placer por el enredo.

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