Amo a Dick, de Chris Kraus (Alpha Decay) | por Sandra Martínez

Libros

Chris, la protagonista de esta novela, está cayendo en el aburrimiento, y normalmente es más sencillo acabar con los problemas cuando tomamos un poco de distancia con la situación que nos preocupa. Para ello recurre a la figura de Dick, un famoso teórico que la fascina. Y, aunque cuenta con la ayuda de su pareja Sylvère -con amplios conocimientos teóricos y la incertidumbre ante una complicada situación que desencadena el teórico-, quizá esa actitud no es la más adecuada, ni la distancia tomada lo suficiente grande.

En la serie de cartas que construyen la historia, ella irá manteniendo una correspondencia con el amor, con la nada, o consigo misma. Sin embargo, más que un ejercicio útil, lo que practica es un ejercicio de ilusión y esperanza con el que espera que los problemas se solucionen solos. Piensa que el amor y la figura de Dick, a la que tanto poder y fuerza le ha asociado, pueden ser esa solución que busca a su monótona situación.

Al tratarse también de cartas, en cuanto comienzo la lectura de Amo a Dick me acuerdo de Cartas a Emma Bowlcut, de Bill Callahan. En esta otra novela, el autor es totalmente consciente de que la persona con la que ha tenido ese encuentro fugaz del que parte una sublimación a través de las cartas, no le necesita en absoluto. El protagonista, un científico y apasionado del boxeo, dice: Me domina la certeza de que te necesito como la sangre necesita a la vena para ir de un lugar a otro. Por otra parte, la correspondencia a Dick está cargada de un fracaso angustioso del que carece la que va dirigida a Emma. Y, mientras Chris continúa hundiendo el dedo en la herida para volver a sentir, ella y Sylvère envuelven la situación de una esperanza desesperada y artificial como excusa para evitar el aburrimiento de su relación muerta. Así, aunque en ambos casos la relación con las víctimas es prácticamente inexistente, detrás de esas cartas al amor, a la nada o a ellos mismos, hay dos miradas diferentes en cada novela. Por una parte la idealización entretenida que vemos en el libro de Bill Callahan, y la idealización obsesiva retratada en Amo a Dick.

Pero estas maneras de enfrentarse al amor y a su sublimación, a la idealización de una persona, etc. continúan correspondiendo a un género determinado. Chris lucha momentáneamente y con agresividad contra la pasividad con que se relaciona a la mujer. Intenta engendrar una rebelión mediante el adulterio y la despreocupación por los sentimientos de su pareja y por la voluntad de Dick, cuando desde fuera lo único que se aprecia es una simple rabieta adolescente que no lleva a ninguna parte porque el sistema la condena a la sumisión frente al poder que parece poseer el otro. Y dando tumbos entre un extremo y otro, mas con los pies tan poco firmes sobre el suelo, Chris no consigue que nos la creamos. ¿Supone entonces Amo a Dick, tal como se ha dicho, una nueva forma de feminismo? ¿O no es más que una consciente y evidente respuesta a Madame Bovary, novela realista a que hace alusión la autora en sus narraciones?

Lo que se entiende por mujeres, en la sociedad occidental actual, ya puede escribir sus propias novelas: eso es lo que hace Chris Kraus, la autora del libro que nos ocupa. Sin embargo, y por suerte, esto no es tan nuevo, y antes ya lo hicieron muchas otras. Y ella puede hacerlo si le apetece -por descontado-, pero cualquier pretensión feminista en este texto está de más. Sus cartas son amenas, y están bien escritas y llenas de referencias interesantes, que podemos interpretar como reclamo, aunque también pueden acercarnos a reflexiones o autores que desconocíamos. Pero: cuidado. No nos equivoquemos y atribuyamos méritos a quien sólo intenta escapar de ese cuerpo sin amor que se apaga sin misterio, que dice Houellebecq,reproduciendo roles de género y códigos que no son para nada revolucionarios.


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