Si pudiera cambiarlos (Satori) Traducción de Jesús Carlos Álvarez Crespo | por Almudena Muñoz

Si pudiera cambiarlos

Nada más empezar, hay que llamar la atención sobre el título: ese «¡Si pudiera cambiarlos!», suspiro y exclamación, es emitido por el padre de los protagonistas, hermano y hermana parecidos como dos gotas de agua. Notemos que en ningún momento son los implicados quienes declaran desear un cambio de género o sexo —imposible en la época que nos ocupa, salvo por mediación de una metamorfosis divina—.

Que Si pudiera cambiarlos o Torikaebaya monogatari sirva como texto sobre la transexualidad es algo más delicado. Los hermanos Himegimi y Otokogimi tienen que vivir fingiendo pertenecer al género opuesto con el que nacieron, lo que a su vez plantea aprietos sexuales. Sin embargo, ¿de verdad se sienten identificados con el género contrario, o se trata más bien de una incomodidad hacia algunas etiquetas sociales impuestas a cada género? Lo que sabemos de Himegimi, nacida mujer, es que le gusta el tiro con arco, el juego de pelota o cantar en público, y derrocha un carácter vivaz y energético. Por su lado, Otokogimi, nacido nombre, prefiere la poesía, el dibujo o las muñecas, y muestra una predisposición más tranquila y silenciosa.

En el Japón de la época Heian, la equivalencia entre sexo y género se daba por sentada, del mismo modo que el género es una construcción social. El gusto por el deporte o la música no tiene nada que ver con el género, pero para una japonesa del siglo XII estaba mal visto tocar la flauta y, por descontado, sentir interés por ese tipo de instrumento. El intercambio de género es realmente un cambio de papeles en la pirámide social japonesa: sólo aprovechando sus talentos naturales podrán ascender en la escala de poder y obtener una posición de provecho.

A pesar del enredo, que requiere bastante concentración lectora (los personajes cambian de título social a menudo), Himegimi y Otokogimi son heterosexuales y, en el fondo, no son tan felices luciendo los atributos físicos del género opuesto como simplemente dando rienda suelta a sus personalidades. En ese sentido, el Torikaebaya monogatari serviría como ficción de cross- dressing anecdótico, impuesto por los requiebros del relato y el suspense, a la manera de Yentl. Sin embargo, la novela no deriva en comedia de equívocos del tipo grecorromano o isabelino que puede acabar escondiendo la regresión a un sistema tradicional. Los problemas de ambos hermanos siempre se muestran sin juzgar el intercambio, analizando el amor como una aventura independiente de género o sexo, con esa visión tan delicada y japonesa de intentar encontrar las formas más adecuadas a cada espíritu.

Aunque hay quien lee el Torikaebaya monogatari como una sátira o como una tragedia melancólica, también existe la posibilidad del camino intermedio. El cuento de hadas en el que, a pesar de no suceder nada mágico o sobrenatural, se atraviesa un proceso de cambios y desventuras del que los héroes salen transformados. Tal vez no como una perspectiva más crítica y moderna desearía, pero lo bastante arriesgada como para haber sido censurada durante siglos, bella y reflexiva en su extraño mundo de palacios y poemas a la luz de la luna.


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