Octubre, noviembre, diciembre, de Ana Blandiana (Pre-Textos) Traducción de Viorica Patea y Natalia Carbajosa | por Juan Jiménez García

Ana Blandiana | Octubre, noviembre, diciembre

Si la poesía es un misterio, si la poesía es entendida como un misterio, ¿quiénes somos nosotros para intentar poner orden o arrojar luz en esa oscuridad dulce? Entendida como un enigma, tenemos la opción de intentar desvelarlo o, simplemente, dejarnos atrapar en él y no buscar respuestas, sino tan solo dejarnos llevar por sus preguntas hasta hacerlas nuestras. Dejar la belleza en la belleza, la historia en la historia, la naturaleza en la naturaleza y el pensamiento en ese lugar abstracto en el que el poeta ha decidido instalarlo. Cuando escribí sobre El sol del más allá y El reflujo de los sentidos, los anteriores poemarios publicados, como este, por Pre-Textos, pensaba en visiones. Las visiones como un intento de llegar al futuro. En este Octubre, noviembre y diciembre, solo se puede pensar en ese misterio, como un intento de entregarse uno mismo en el presente de unos días felices. Entre todo, tal vez solo sea una cuestión de distancia. La de una poeta de treinta años de este libro, con la de una poeta de sesenta años.

La poeta en sus treinta años. En su extenso y elaborado prólogo, Viorica Patea ya nos indica que este libro fue escrito en un momento feliz de su vida. Esa felicidad se convierte en un libro de poemas de amor. Un amor en el que todo lo demás pierde sus contornos y lo más cercano es aquello que tenemos ahí, siempre, alrededor. En su caso, la naturaleza. Mientras, en su cabeza hay un libro bien presente, con el que dialoga: Mihai Eminescu y su Luceafărul, obra esencial de las letras rumanas. No es la única referencia. Con todo, el camino a recorrer se recorre desde la intimidad, y esa intimidad no necesita desvelar sus mecanismos relojeros. Simplemente está ahí, buscando. ¿Qué? La eternidad de Rimbaud. También al otro. En unos versos que se enredan en el ser amado, convertido en algo superior, tras el cual solo puede llegar el sueño y la eternidad de ese sueño, es decir, la muerte.

Bandiana viene del verano, dice en Acerca del país del que venimos. Y dice de él que es una patria frágil. Es precisamente en esa fragilidad en la que se instalan esos poemas, y es entonces, en ese territorio precario, donde los encontramos nosotros, que también tuvimos nuestra patria, y también fue una estación. Se pregunta cómo hallar la calma y el sosiego, y encuentra allí el sueño, como ese susurro que nos llega de un lugar indeterminado, tan cercano del poesía. Dice del amado que mientras habla con él, es. Y esa es también su escritura, que se construye como una presencia y se mantiene en unas palabras que son arrastradas por otras, como el otoño deja caer las hojas del verano. Pasa la vida, caen los frutos.

A través de sus versos siente la añoranza, sin saber muy bien de qué. Los poemas de Octubre, noviembre y diciembre, son esa interrogación, esa pregunta constante, esa búsqueda que no pretende encontrar nada. Van. Son. Fluyen, como enredaderas a través de las paredes del sueño y del misterio. A través de la naturaleza abstracta de nuestras palabras. Una poesía que busca esconderse para no ser encontrada, solo presentida. Y su logro, nada contemporáneo, es que sí, hay algo escondido. No es el vacío, sino un corazón que late.

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