Homoconejo, de Alfonso García-Villalba (E.D.A. Libros) | por Francisca Pageo

Alfonso García-Villaba | Homoconejo

Esta es la historia de un fotógrafo y una arquitecta que están intentando tener un hijo. Esta es, también, la historia de un fotógrafo y una arquitecta que verán mermadas sus situaciones personales tras el encargo de un misterioso laberinto y una misteriosa sustancia llamada Beta, la cual trastornará las mentes y conciencia de todos aquellos que la tomen.

Alfonso García-Villalba nos sumerge en un mundo de ciencia ficción que, sin embargo, no difiere mucho de este, pero que se ve alterado debido a una droga que se toma y distribuye como si fuera una aspirina. Dicha sustancia es capaz de trastocar lo que llamamos sueño. Así, la conciencia del que la toma se ve expandida, podríamos decir, de manera que todo lo que experimentamos no sabemos si entra dentro de la realidad o de la parte onírica. De este modo, la novela nos invita a penetrar en un mundo onírico donde fantasía y realidad se confunden.

Si bien no se habla del plano astral, que muchos esotéricos y místicos nos han hecho ver, éste está presente a lo largo del libro con todas las condiciones que se dan en él: desdoblamientos, sueños lúcidos, experiencias fuera del cuerpo… Todo ello, narrado a modo de ficción, nos recuerda en su más profundo poso a novelas como Paprika o películas como Origen o Donnie Darko. Hay cierto aire profético, clarividente, en el protagonista que nos cuenta esta historia, el fotógrafo. De algún modo, se anticipa a lo que le espera y lo que le sucederá. Y su mente siempre estará alerta frente a todo lo que le acontecerá.

La novela nos recuerda a Alicia en el país de las maravillas, pues el protagonista se dejará llevar por el conejo blanco. Es, sin duda, un libro plagado de referencias literarias en las que la psicología juega un papel principal. El laberinto que la arquitecta ha de construir, y en el que el fotógrafo ayuda en lo que puede, es aquí no más que un juego de nuestra mente en la que la consciencia se expande y contrae estrepitosamente. Las metáforas que utiliza García-Villabalba son espléndidas, cercanas a una prosa poética descriptiva en la que el espíritu de otros mundos paralelos lo impregnan todo.

Hay una mirada cercana a la paranoia, esquizofrénica, que el autor sabe expresar y nos hace ver muy bien. Casi podemos vernos alterados frente a la historia y las historias en las que el protagonista se adentra.  ¿Quién no ha soñado algo y se ha visto aturdido por ello después de despertar? Homoconejo nos deja así. Curiosos, perturbados y con la necesidad de reflexionar acerca de ese mundo que tenemos dentro de nosotros y que, sin embargo, paradójicamente, también nos rodea.

El hecho de que el narrador sea fotógrafo también le confiere una mirada de ver el mundo, su realidad. «La cuadrícula ––foto, pantalla, libro–– facilita la comunicación porque concentra el mensaje en un punto y desecha lo irrelevante, lo que está fuera.» Así, el autor del libro ha sabido trasladarnos muy bien a un mundo extraño, lleno de perturbaciones que sin embargo parecen normales a los protagonistas. De este modo, estamos ante un libro que es pregunta, que es idea y que es concepto. Es un libro que nos hace reflexionar sobre nuestros sueños y nuestros deseos más íntimos, sobre nuestros instintos y lo que podría pasar si nos dejáramos llevar por ellos. Homoconejo es, sin duda, un libro sin forma definida y cuya esencia se halla en lo irreal y lo que está más allá.

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