La novia del lobo, de Aino Kallas (Nórdica) Ilustraciones de Sara Morante. Traducción de Luisa Gutiérrez | por Almudena Muñoz

Aino Kallas | La novia del lobo

Aino Kallas, que llegó a Estonia como una extranjera norteña y se dejó hechizar rápidamente por aquel folklore tan próximo a sus propias experiencias, repleto de bosques, transformaciones fuera de lo común y lazos matrimoniales inquebrantables, parece advertirse más a sí misma que al lector al comienzo de La novia del lobo, su relato más famoso, aunque definitivamente desconocido más al oeste de Europa. Entre proclamas que contienen tanto ímpetu y deseo por mimetizarse con un narrador de nombre perdido y orígenes aún más remotos, Kallas habla como una fanática religiosa que impele a evitar los atractivos demoniacos de su cuento. Es fácil caer rendido ante ellos y seguirlos como un haz de viento blanco que atraviesa en un suspiro los abetales, de la misma manera en que se lee de un tirón el relato salpicado por las oníricas estampas de Sara Morante.

La campesina Aalo, criatura tan abstraída de los sucesos y sus decisiones que casi se diría consciente de su condición de arquetipo, recorre de la mano, como hipnotizada, un paisaje que es sombrío al oírlo pero colorido al ser plasmado en el papel. La diferencia entre sentir la lluvia fuerte a la intemperie y ver las hojas secas, de distintos tonos, en un álbum de recuerdos. Kallas es una enamorada pero, dentro de esa misma pasión, una amante del lenguaje y del formato. La historia de esta mujer lobo, que pudiera tener su interés como antigua muestra de licantropía que afecta al sexo femenino, adquiere más relieve por el modo en que Kallas se otorga a sí misma voz de viejo trovador. Las expresiones arcaizantes y el vocabulario específico y boscoso al mismo tiempo resultan un triunfo de la investigación de Kallas, que era finlandesa, en las raíces del idioma estonio; un esfuerzo que de manera inevitable se diluye en cualquier traducción. Aquí pasa a ser un castellano con aires de gesta y estepa, y me pregunto si ciertas consonancias entre folklores también supondrán una mayor cercanía sonora y lingüística: La novia del lobo, traída hacia acá, parece más bien una leyenda de tierras vascas o gallegas.

Las ilustraciones de Sara Morante se decantan por una atmósfera más típica de los relatos góticos de Nueva Inglaterra y de esas tierras germanas que los peregrinos se llevaron consigo de viaje. Kallas nos recomienda evitar los embaucamientos, aunque lo haga fingiendo ser una comadre que narra cuentos de viejas a la luz de la lumbre, pero la tentación de hacer que el relato cruce fronteras es grande. Que, como Kallas, mujer de buena educación y autonomía a la hora de encarar proyectos propios, esta leyenda pudiese saltar de un continente a otro sin perder su poder resonante ni elementos humanos y paisajísticos reconocibles. La bella, la bestia, los cabellos rojos, las marcas escondidas en la piel, el pelaje de los lobos que rozan la espesura, las cabañas de troncos rodeadas de vapores, el olor a saúco, ramitas, sangre, lino mojado y hogueras. Que, por extensión, el cuento no se limite a ser un mecanismo teórico, un ejercicio académico y una mezcla de terror y subversión que antaño nadie concebía plasmar por escrito. Tal vez Kallas, que viajaba siguiendo a su marido, a través de esa Aalo a la que tanto condena y reprende esté reflejando los traslados de relatos y personas a nuevos contextos incomprensibles y denunciando las opresiones sufridas por su sexo, también en el modo en que se han ido relatando siempre sus historias. Por qué entonces escoge un punto de vista tan difamador, eso es un misterio y puede ser la obsesión perfeccionista del estudioso, incapaz de homenajear a su modelo si no es imitando cada uno de sus gestos y movimientos.

Los demás personajes humanos que observan la curiosa evolución de Aalo responden con suspicacia y únicamente crean esa poesía comunitaria que siente algún remordimiento demasiado tarde, una vez que la tragedia ya está sembrada. Sin embargo, la narración de Kallas insiste con regularidad en la naturaleza satánica de los acontecimientos, haciendo de la prosa lírica que fluye entre medias algo extraño, como fuera de sitio, que se lee como un pecado. Por eso Kallas no termina de poseer o de ser poseída por el espíritu de Aalo, de los lobos o del bosque, sacrificando forma y fondo a lo arcaizante, mientras otras cuentistas y arqueólogas de las leyendas, como Sophie Elkan, Selma Lagerlöf y Karen Blixen, introducirían el lenguaje moderno y un detallismo efusivo que parece querer rescatarlo todo del olvido. Y La novia del lobo no deja de ser un pedazo de historia relegada que queremos recordar, por mucho que los esfuerzos de Kallas se integren en ese halo condenatorio típico de las veladas en que había que santiguarse hasta para tragar el pan.

 

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