Cinco ciudades, de Ahmet Hamdi Tanpinar (Sexto Piso) Traducción de Rafael Carpintero Ortega | por Juan Jiménez García

Ahmet Hamdi Tanpinar | Cinco ciudades

Escribe Ahmet Hamdi Tanpinar: El día en que aprendamos que la verdadera creatividad comienza por conservar lo que tenemos, seremos felices. Pienso. Sobre ello. Sobre esas cinco ciudades que acabo de recorrer con él, a través de él. Ankara, Erzurum, Konya, Bursa, Estambul. En los tiempos de mapas virtuales, en los tiempos en que es imposible perderse, en los que todo lugar tiene al menos una imagen, entiendo que solo la literatura, solo la palabra, es capaz de devolvernos con precisión los lugares. Y es capaz de devolverlos con precisión porque no aspira a ello. Es más, es consciente de esa imposibilidad. Ahora nos creemos invencibles. Creemos haber atrapado la realidad de las cosas. Mientras tanto, él daba vueltas alrededor de las cosas. Como un ciego que tantea la oscuridad. Como un ciego cegado por las belleza de un mundo pasado que intenta reconstruir, en esa oscuridad, la luz. Imagino a Tanpinar escribiendo desde la nostalgia. Y entonces veo que escribió sobre las ciudades con algo más de cuarenta años. Del cuarenta al cuarenta y cinco. Y mientras, la guerra estaba por todos lados (pero no en ellos).

Ciudades antiguas, ciudades devastadas por la Historia. Caídas, vueltas a levantar, vueltas a caer, vueltas a levantar, a caer. Otra vez. Y otra. La creación de un estado moderno, Turquía, levanta sobre restos y más restos, escombros y más escombros. La palabra patria, una y otra vez. Los tiempos. El aire de los tiempos. Cada ciudad tiene su propia narración. Una le acerca al padre, otra a él mismo, otra al pasado, otra al presente. Estambul lo reúne todo. No solo Oriente y Occidente, sino historia personal, arquitectura, recuerdos, imágenes, sensaciones, espiritualidad, humanidad,… En Cinco ciudades se reúne todo. No hay presente sin pasado. No se puede construir un presente olvidando el pasado. Contra las vanguardias construidas sobre lo existente.

En algún momento dice, de Erzurum, que tuvo la sensación de mirar la patria desde un tejado. Y eso también está en todo el libro. La distancia. Desde esas ciudades que se despliegan sobre la tierra, que se extienden a sus pies, hasta la intimidad de sus calles, de los pensamientos más íntimos. La belleza no entiende de distancias. La búsqueda de la belleza recorre todo el libro, como la única batalla posible. El pasado, el presente y el futuro atravesados por una sola línea, capaz de unir todos los sentimientos, todas las emociones. Ahí está todo. En esas ciudades. Material, inmaterial. Tanpinar sigue la construcción de todo lo que fue destruido, entre todo lo que permanece. Su piedra es el lenguaje. Sus palabras la materia de la que están hecha los sueños, sus sueños, sus ciudades invisibles. Echa de menos la poesía (pero todo en él es poesía). Entonces surge la palabra que lo reúne todo: ausencia. Lo que nos atrae de esas cosas viejas, dice, es el vacío que han dejado. Una nueva luz se arroja sobre la oscuridad visible. Una luz dulce. Entre nombres de aquellos que fueron, entre imperios que cayeron, entre otros que caerán, entre los vivos y los muertos.

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